El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: “Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:Otros afirmaban: “Es Elías”. Y otros: “Es un profeta como los antiguos”.Pero Herodes, al oír todo esto, decía: “Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado”.
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.Porque Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”.Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”.Y le aseguró bajo juramento: “Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
Ella fue a preguntar a su madre: “¿Qué debo pedirle?”. “La cabeza de Juan el Bautista”, respondió esta.La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: “Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
El durísimo Evangelio que nos presenta la liturgia de hoy, donde se narra el martirio de Juan Bautista, viene a despertarnos de las vacaciones y a interpelar nuestro corazón y misión de cara al presente año. Me atrevo a decir esto por algo esencial que pocos saben, pero que los historiadores y teólogos subrayan con insistencia, a saber: es la muerte del inocente, en este caso de Juan Bautista, lo que finalmente dispara la Vida Pública de Jesús ¡Sí, como lo escuchan! Después de haber pasado 30 años de trabajo, silencio y oración en Nazaret, Jesús va a salir al mundo indignado justamente por esta muerte, por la muerte del inocente.
Y es que a Jesús le quema dentro la injusticia, le quema dentro ver tanta mentira, tanta corrupción, tanto atropello, tanta impunidad… y, por supuesto, tanto inocente sufriendo. Jesús, entonces, con sus palabras y su vida, con su Evangelio y su Misión, viene a decir “¡Basta!”. Mi Padre Dios y yo, no podemos ser testigos de semejantes aberraciones y no hacer nada. Por eso, como dice el profeta: “he aquí que vengo yo mismo” a poner manos a la obra en la construcción de un Cielo nuevo y una Tierra nueva.
También nosotros, en tiempos en que se ha puesto tan de moda la cultura de la “indignación” (a lo largo y ancho del planeta aparecen una y otra vez grupos de “indignados”), también nosotros –digo- podríamos preguntarnos si, como Jesús, estamos dispuestos a salir de nuestras comodidades, de nuestros aletargamientos, de nuestros ensueños, de nuestras vacaciones para poner manos a la obra en un mundo que ya no resiste más el flagelo constante de la injusticia, de la mentira, de la corrupción, de la violencia.
A inicios de febrero, todavía preparando el corazón y calentando los motores para el año lectivo, les invito entonces a que nos preguntemos bien en serio a qué injusticia vamos a dar respuesta con nuestras vidas, con nuestro tiempo, con nuestros apostolados, con nuestro dinero. Si el Señor nos regala la vida y con ella nos regala tantos dones y cualidades, seguro es porque espera de nosotros una respuesta a la altura de las circunstancias. Si Dios quiso que habitáramos este tiempo tan desafiante de la historia, esto no ha sido mera casualidad, seguro Dios quiere confiarnos a nosotros la Justicia, la Verdad, la Paz, el Derecho, la Solidaridad que este tiempo de la humanidad requiere.
Jesús ha venido él mismo a ponerse a la vanguardia de la justicia y la verdad, ha venido él mismo a ponerse a la cabeza de la solidaridad y de la paz. Ahora nos toca a nosotros, discípulos y misioneros suyos, seguidores de su Evangelio, enarbolar estas mismas banderas y levantar la voz cada vez que seamos testigos de martirios flagrantes como los del Evangelio de hoy.
Por lo demás, un último pedido brota solo al contemplar esta imagen tan tremenda de la decapitación de Juan Bautista: ¡Cuidado amigos! No nos convirtamos también nosotros en Herodes y Herodías, esto es, en “cortadores de cabezas” de nuestros hermanos. Ya lo ha dicho el Papa Francisco decenas de veces: con los chismes, con los lleva y trae, con las envidias, con las mentiras, con las exageraciones, con los chusmeríos de turno y demás… ¡Cuántas veces hemos sido nosotros mismos los decapitadores de algún hermano! Hoy puede ser un buen día, también, para un sano examen de conciencia que nos ayude a ver cómo éstas y otras formas de crítica a los hermanos, no hacen más que sembrar en el mundo más injusticia, más mentira, más violencia, más tristeza…
El mundo ya no soporta un gramo más de todo esto, el mundo pide a gritos lo contrario, pide a gritos Justicia, Paz, Verdad… Seamos cristianos en serio y que el 2015 nos encuentre con Cristo, sembrando Evangelio a manos llenas.
¡Que así sea!