Evangelio según San Marcos 1,40-45

lunes, 9 de febrero de
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Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”.Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”.En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.


Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:”No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.


Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.


Palabra de Dios





 

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