Evangelio según San Mateo 9,14-15

miércoles, 18 de febrero de
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Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.


Palabra de Dios



 


P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay


 

Quiero que partamos la meditación de hoy, releyendo aquel hermoso pasaje del capítulo 3 del Eclesiastés, allí se nos dice:

“Todo tiene su momento… Hay un tiempo para cada cosa bajo el sol.
Tiempo de nacer… y tiempo de morir…
Tiempo de sembrar y tiempo de cosechar lo sembrado…
Tiempo de reír y tiempo de llorar…
Tiempo de lamentarse y tiempo de cantar y danzar…”

En el Evangelio, Jesús quiere invitarnos a discernir en qué tiempo está cada uno. Porque según el tiempo en que cada uno esté, el ayuno, u otras prácticas religiosas serán más o menos oportunas. Por ejemplo, en la vida, a veces nos aferramos a ciertas prácticas (religiosas, espirituales e incluso físicas, materiales, concretas) sin preguntarnos si nos están haciendo bien, mal o más o menos. Evitamos, muchas veces hacernos esa pregunta tan vital, de si nos están ayudando todas esas cosas a lo importante, al fin que persiguen cada una de nuestras prácticas.

En el Evangelio Jesús enseña justamente esto: que las cosas, el ayuno en este caso, no es que sean buenas en sí o malas en sí… Sino que dependen del tiempo que estamos viviendo. Lo fundamental, entonces, es que cada uno se pregunte hoy: “¿en qué tiempo estoy?”

Fíjense que la misma Liturgia cristiana ha recogido la enseñanza de Jesús, y nos invita a vivir algunas cosas según el tiempo. No es lo mismo las prácticas cuaresmales (cuando se nos llama por medio de la penitencia a la conversión del corazón), que las prácticas del tiempo de Resurrección, que estamos invitados a celebrar la Vida en abundancia que nos trae el Señor.

San Ignacio, en los Ejercicios Espirituales, sigue también la invitación de Cristo y la intuición de la Liturgia. Ignacio plantea que hay prácticas más propias del tiempo en que estamos rezando nuestro Pecado (por ejemplo, nos invita a oscurecer nuestra pieza, para así reconocer nuestras propias tinieblas y oscuridades); asimismo, durante la Pasión de Cristo, Ignacio nos invita a rezar delante de la Cruz, a bajar la vista, a redoblar el silencio y la compañía del Señor. Pero, finalmente, de cara a la Resurrección, el mismo Ignacio nos llama a abrir las ventas de la pieza, a buscar lugares de mayor luz, a comer en abundancia, en síntesis, nos invita a buscar diferentes formas de expresar que estamos en un tiempo de Felicidad, de Alegría, de Vida.

Volvamos, entonces, al Evangelio. En él, Jesús no entra en la discusión de si ayunar sí o ayunar no. Jesús va todavía a una discusión más honda: de si sabemos o no en qué tiempo estamos viviendo y qué es lo que más ayuda para ese tiempo.

Ojalá aprovechemos esta Cuaresma, no tanto para refugiarnos en prácticas exteriores, sino para descubrir verdadera e íntimamente, cada uno de nosotros: en qué tiempo estamos, y qué de nuestras vidas necesita una profunda y honda conversión. Todas y cada una de las invitaciones que la Liturgia de la Iglesia nos hace en Cuaresma, persiguen un mismo fin: la conversión del corazón, la vuelta a Dios y a su Evangelio. No caigamos en el error de concentrarnos en los medios y olvidarnos del fin: ¡la conversión del corazón!

¡Que así sea!



Fuente: Radio María Argentina

 

 

Radio Maria Argentina