Jesús dijo a sus discípulos:Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
En este contexto de Cuaresma, donde estamos siendo llamados a una profunda conversión del corazón, el Evangelio nos dispara hoy un claro imperativo: “ve primero a reconciliarte con tu hermano”. Es decir, antes de dar más pasos, recordemos que la Cuaresma es un camino, es un tránsito hacia la Pascua; bueno, en este camino –dice el Señor- antes de dar un paso más lo primero que tenemos que hacer es ir a reconciliarnos con los hermanos.
Notable cómo Jesús en este pequeño texto del Sermón del Monte hace referencia al prójimo como hermano, y lo dice cuatro veces, subrayando así con insistencia que el otro, el prójimo, el vecino, el conocido, el desconocido… cualquier otro ser humano es, antes que nada, mi hermano.
En este sentido, los Guaraníes tienen una forma muy especial de llamar a alguien “hermano”, hablo del término: Pehengue que, propiamente, en su acepción primera y literal significa: pedazo, fragmento, parte… Así, cuando llamo al otro, a cualquier otro (sea familiar, amigo o simple conocido) pehengue, lo que estoy diciendo es que lo siento una parte de mí, un fragmento de mi ser, un pedazo de lo que yo mismo soy… Es como decir, sin él, sin ella yo estaría incompleto. Jesús quiere que recuperemos en esta Cuaresma, esta dimensión clave de la fraternidad humana, el sabernos y reconocernos los unos parte de los otros, los unos fragmentos de los otros.
La Cuaresma, decíamos al inicio es camino hacia la Pascua, es decir, es camino hacia la Pasión y Resurrección de Jesús que no busca sino la reconciliación de todo el género humano en su persona. Por ser camino de reconciliación, camino de Resurrección, la Cuaresma es también camino de vida y vida en abundancia. Pues bien, en ese camino, es clave el reconciliarnos los unos con los otros, porque no podemos Resucitar completos si nos falta un pedazo, una parte, un trozo de nosotros mismos, es decir, si nos falta la reconciliación con el hermano. Digámoslo claramente, sin reconciliación, sin hermandad, sin fraternidad (en este sentido de complementariedad) es imposible resucitar, es imposible la vida en abundancia. Mientras estemos desencontrados con nuestros hermanos, estaremos siempre incompletos, faltos de algo… Y no podemos vivir así y menos aún, Resucitar así. No lo olvidemos, cuando falta la reconciliación con el hermano no estamos completos, dejamos de ser incluso nosotros mismos.
Pidamos para este día, pidamos para esta Cuaresma, pidamos para la vida entera: el reconocernos siempre y en todo hermanos entre nosotros, complementos unos de otros, miembros todos del mismo cuerpo… del Cuerpo de Cristo!
Que así sea!