Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada.
Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó curada.
Mt 15,21-28
Mons. Fernando Maletti Obispo de la Diócesis de Merlo – Moreno
Hoy el evangelio nos expresa la curación de la hija de una Cananea con la famosa frase de Jesús cuando la Cananea le dice “Señor socórreme” y “y sin embargo Señor, los cachorros comen de las migas que caen de las mesas de sus dueños”. Y Jesús “¡qué grande es tu fe”.
Que hermoso es que descubramos cada día que la fe es el tesoro más grande que tenemos. Por eso debemos tener la capacidad de poner todos los medios para conservarla y acrecentarla. La fe es nuestro mayor tesoro y pro eso la tenemos que defender de todo aquello que pueda hacerle daño: cosas que nos pueden confundir o ciertas provocaciones de la sociedad de consumo que ensucian el corazón.
La fe está llamada a ser protegida especialmente con la piedad, la oración y los sacramentos y con una seria formación doctrinal en la cual tenemos que crecer constantemente en la medida de cada persona. El Señor y la Iglesia nos mandan que expresemos nuestra fe, incluso, como hizo esta mujer que la confesemos públicamente.
Todos los días Dios nos pide que tnegamos fe en su Palabra que nos llega a través de la Iglesia. A la luz de la fe todos los acontecimientos aparecen como son, con su verdadero sentido, sin la limitación con la que sabemos enjuiciarlo los hombres. Por eso Jesús segruramente habrá alabado la fe de esta mujer “Mujer, qué grande es tu fe” y habrá pensado en aquello que Él mismo había dicho “si tuvieran la fe tan grande como un grano de mostaza trasladarían montañas”. No existen obstáculos insuperables para una persona que viva desde la fe.
Queridos jóvenes apostemos a la fe, a la vida que nos da la fe, apostemos a todo aquello que significa descubrir la seguridad de lo que esperamos y la garantía de lo que no vemos.
Que el Señor los acompañe y tengan una feliz jornada.