¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Palabra de Dios
Monseñor Fermando Maletti Obispo de la Diócesis de Merlo – Moreno
Queridos hermanas y hermanos, queridos oyentes, el evangelio de hoy nos habla de los escribas y fariseos; evangelio que se encuentra dentro de ese largo capítulo 23 de san Mateo donde se nos habla de la hipocresía y la vanidad de los escribas y los fariseos.
Esto es una enseñanza fuerte de Jesús que encuadrada dentro de sus predicaciones sobre el Reino de los cielos. Una vez más Jesús enfrenta a los responsables del pueblo elegido; entonces el Señor manso y humilde de corazón, el Señor prudente, el que hace milagros, que cura y que salva pierde las casillas ante aquellos personajes prepotentes, altaneros, soberbios y les dice epítetos muy serios, muy graves, porque tienen piel de elefantes, porque les rebota la palabra de Dios, no tienen sensibilidad hacia el prójimo. No tienen, diríamos hoy en palabras del Papa, misericordia. No saben misericordiarse recíprocamente.
Les dice: “Sepulcros blanqueados, lobos feroces disfrazados con pieles de cordero, raza de víboras”. El Señor tiene con ellos actitudes muy duras, diríamos casi impropias de tanto amor; muy diferente a toda la misericordia que tiene con los publicanos, con la mujer de buena viuda, con Zaqueo. Incluso la que expresa en la parábola del hijo prodigo.
Sepamos entender por donde va la cosa del cristianismo y ablandemos, aflojemos el corazón.
A veces entre los católicos también surgen cuestionamientos y acusaciones recíprocas, de que el otro es el malo, es el que no tiene razón, el otro es el equivocado. También cuando desde nuestro cumplimiento formal, de lo que nos pide la iglesia, juzgamos a aquellos que no cumplen formalmente con las normas que la iglesia estipula como camino cierto de salvación, que sabemos hay que cumplirlas pero el no hacerlo no nos deja afuera del camino del Reino. Cuantas veces juzgamos también a la gente sencilla que vive la fe de otra manera, expresando de forma diferente las honduras más profundas de su corazones, a través de devociones o de expresiones religiosas populares.
El Papa Francisco insiste en saber descubrir un camino prolijo, un camino lógico y lícito en esas personas que por su forma de vivir la fe quizás escandalizaría a los escribas y fariseos de aquel tiempo, como escandaliza a los de hoy en día, pero que en lo profundo de su realidad estan viviendo y haciendo de la fe una forma de vida que es lo que Jesús quiere en cada uno de nosotros: la coherencia entre lo que decimos y hacemos; entre nuestra fe y nuestras obras. Coherencia entre todo lo que aconsejamos a otros y lo que podemos vivir cada uno de nosotros.
Que el Señor los bendiga y los proteja, los cuide y los ayude y les de la Gracia que más necesiten.