Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?”. Jesús les respondió: “En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”. Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: “Maestro, has hablado bien”. Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
Palabra de Dios
P. Juan Martinez Sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba
Buen día Amigos de Oleada Joven! El Señor nos convoca al encuentro con su Palabra en este día en que celebramos la presentación de María.
En el evangelio de la feria aparecen en escena los saduceos personajes importantes en la vida política del país, pertenecían más a un partido político que a una secta religiosa. Eran los “colaboracionistas” de la ocupación romana de Palestina. No admitían más autoridad que la doctrina consignada en el Pentateuco, razón por la que negaban la resurrección de los cuerpos, ya que en estos libros no se dice nada al respecto. Un grupo de saduceos se acerca al Maestro para ponerle una dificultad, con el ánimo de hacerlo quedar en ridículo. Inventan una historia extraña, pero posible.
La pregunta se basa en la “ley del levirato”, según la cual, cuando un israelita moría sin hijos; su hermano quedaba obligado a tener uno, con la viuda, que llevaría el nombre del difunto; de ese modo se perpetuaba la familia.
Pero lo que más preocupaba a los saduceos, que no creían en la resurrección, era la repartición de los bienes el día de la resurrección. Para ellos, el sentido de la vida futura se reducía a saber quién se quedaba con las propiedades y a quién le correspondían las ventajas conyugales. Para ellos la vida humana, no existe más allá de las implicaciones económicas y legales de la historia. Con estas preocupaciones en mente, se acercan a Jesús y le piden la opinión sobre un problema que sólo revelaba una mentalidad demasiado endurecida y sin espacio para la novedad. Los fariseos en oposición a los saduceos se representaban la vida de los resucitados como simple continuación de su vida terrestre.
La respuesta de Jesús, deja en claro, que el estado del hombre resucitado no es un calco del estado presente. Se trata por tanto, de una condición nueva, la del Espíritu, imposible de enmarcar dentro de las coordenadas de espacio y de tiempo: «por haber nacido de la resurrección, serán hijos de Dios». La promesa hecha a los Patriarcas sigue vigente. Para Jesús no tiene sentido una religión de muertos, porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
Mientras vamos por el mundo, quienes creemos en Cristo, no podemos olvidar que nuestra mirada tiene que estar puesta en llegar a donde ya el Señor nos ha precedido. Porque se cree en la Vida Grande, tenemos una escala de valores y fidelidades; porque se espera la Vida para siempre en Dios, se ama, se lucha, se busca la alegría, se procura salir de la mediocridad y la chatura, se valora todo lo que es humano, noble y justo.
Al Señor que lleva a plenitud todo lo humano en lo creyente pidamos a María evitar atajos o mezquindades que frustran nuestra vida. Dios te bendiga.
Fuente: Radio María Argentina