Dame, Señor, tu mano guiadora.
Dime dónde la luz del sol se esconde. Dónde la vida verdadera. Dónde la verdadera muerte redentora.
Que estoy ciego, Señor, que quiero ahora saber. Anda, Señor, anda, responde de una vez para siempre. Dime dónde se halla tu luz que dicen cegadora.
Dame, Señor, tu mano. Dame el viento que arrastra a Ti a los hombres desvalidos. O dime dónde está, para buscarlo.
Que estoy ciego, Señor. Que ya no siento la luz sobre mis ojos ateridos y ya no tengo Dios para adorarlo.
Jorge López Gorge