Dulce es nombrarte, María, y no hay gozo
en el mundo que pueda compararse
al de tu amor maternal.
Si mis amigos me defraudan en vos
encuentro a la Madre que nunca falla.
Si caigo en pecado, en vos
encuentro el refugio y el auxilio
para levantarme.
Si la fortaleza del cuerpo se debilita,
vos siempre me sostenes con maternal amor.
Si lloro, me acompañas en el dolor.
Si estoy alegre, participas de mis alegrías.
Siempre me recibís porque soy tu hijo,
hijo de tu inmaculado y doloroso corazón.
¿Qué haría sin vos, Madre mía?
¿Cómo responder dignamente a tu amor de Madre?
Si querés mi corazón, acá lo tenés,
pronto a brindarte su amor filial y a
manifestártelo en el seguimiento fiel a tu Hijo.
Si te gusta una expresión de amor,
acepta la que te tributamos en este día
como signo de nuestra piedad filial.
Bendita Madre nuestra de la Merced,
no me dejes solo durante mi peregrinar en esta vida.
No me dejes entregado a mis débiles fuerzas,
ya que sin tu maternal intercesión caigo en el camino.
Madre del Señor y Madre nuestra,
dame de tu Hijo la fuerza del Espíritu
para que anime y fortalezca mis pasos.
Madre de la Merced, ayúdame a dar valiente
testimonio de vida cristiana y a ser generoso
en el servicio de amor a los hermanos.
Amén.