En este último fin de semana, tuve la gracia de participar de la VI Acampada Mariana, organizada por Radio María y Oleada Joven.
La verdad, para ser sincero, no fui con muchas expectativas, no fui a buscar una respuesta, simplemente quería hacer algo para romper con la monotonía que viví estos últimos 5 meses que me tuve que ir de Rosario a Buenos Aires por trabajo, que en consecuencia, cambio mis ritmos, mi forma de vivir.
Esos días en Calmayo, entre la lluvia, la humedad y los días espectaculares que nos tocaron después, no fueron especiales para mí en forma personal, de hecho, hasta cierto punto me pregunte en algunos momentos ¿Qué hago acá? Hablando de esto, una de las chicas con la que estábamos más o menos en la misma sintonía me dice “Hay que ver que quiere Dios con nosotros acá, porque por algo nos trajo”.
Pensé en eso, y como ya tengo en mis 28 años bien conocida algunas actitudes de Dios, escuchar eso me recordó que las cosas no pasan por casualidad.
A partir de ese momento, me di cuenta de porque estaba en la acampada: era para recordar que hay muchísimos jóvenes que tienen ganas de seguir a Cristo, de buscar a Dios, de ver cuál es el camino que tienen que seguir.
Y eso significa una cosa: NO ESTAMOS SOLOS, la Iglesia es una gran familia. En un momento Marysol nos pidió afinar la guitarra para la Misa final y nos dice “Vos no te preocupes, agarra las guitarras, somos familia, todos somos hermanos”.
Para mí, la acampada me hizo pensar en eso, en que es necesario seguir adelante porque todavía hay muchos chicos que necesitan saber de esto, muchos jóvenes que se sienten solos, que no tienen esperanza. Nosotros debemos ser la luz para ellos, ayudarlos a encontrarse con ese Jesús que nos ama y nos invita a seguirlo.
Y lo segundo, me ayudó a reafirmar mi Fe, como dice una canción de Cerati: “Me quedo aquí”, me quedo en esta Iglesia Católica tan maravillosa, que a pesar de no ser perfecta, tengo la certeza de que Dios la guía.
Me quedo aquí… con estos jóvenes que trasmiten esperanza
La acampada es ser testigo y participar del encuentro con Jesús. Pero no debemos quedarnos solo con este encuentro, sino que debe ser el puntapié para hacer cosas más grandes, cada uno en su lugar, en su ámbito, en su vida cotidiana.
Si podemos aceptar este desafío, de buscar a Dios, encontrarnos y llevarlo a toda nuestra vida, entonces construiremos el Reino, cambiaremos el mundo.
Gracias a todos por la buena onda. Feliz 2015.
La tinta no secóy en palabras dije muchas cosas pero en mi corazón todavía queda tanto por decir …