Grandes metas, pequeños pasos

viernes, 2 de enero de
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Si hay algo que aprendí en este 2014, es que cuando Dios se empecina en algo o en alguien, nada lo puede detener.. Hace una semana fui testigo de otro de sus muchos “caprichos”.

 

Todo comenzó cuando algunos de los chicos de Radio María que estuvieron misionando en Paraná me invitaron a la VI Acampada Juvenil Mariana (wuuu!!). En un principio pensé: “me gusta el camping, me encanta Córdoba, amo a María.. voy!”. No fue difícil decidirlo. En el fondo intuía que Papi y Mami me tenían algo preparando en ese hermoso paisaje llamado Calmayo, alguna carta bajo la manga.

 

Durante los siguientes meses, con los demás chicos que salíamos desde Paraná, organizamos una venta de fideos frescos con el fin de recaudar fondos para el viaje, vendimos remeras Pródigo y rezamos por ese día. Hasta que llegó.

 

Una vez llegados al monasterio Nuestra Señora de la Paz, jóvenes de diferentes lugares nos dieron su bienvenida; también el cielo con la lluvia, ¡qué bendición!. Desde el primer momento me sentí como en casa. Gente de acá para allá, armando carpas, cebando mates, organizando y acompañando cada momento, cada detalle con una sonrisa. Era Jesús el que había puesto su carpa entre nosotros. A veces era fácil reconocerlo, aveces se me escondía tan bien que corría el riesgo de pensar que no estaba. Pero siempre se me aparecía de imprevisto para decirme “acá estoy” como si supiera que lo estaba buscando, aun sin darme cuenta. Era a El a quien había ido a buscar. Era por El por quien había viajado hasta allá.

Hace mucho que vengo buscando la voluntad de Dios en mi vida. Es uno de los líos más lindos y desafiantes en los que me he metido. Es una aventura que desde el primer día me ha llevado a conocer personas y vivir cosas muy hermosas. Me he dado cuenta que en cada pequeño “si” nuestro, Dios nos colma de gracias y regalos hasta rebalsar. Lo aprendí y lo sigo aprendiendo cada día, cada instante.

 

Buscando esa voluntad, movido por mi deseo de conocerlo en mis hermanosdije

“si”. Aunque el “no-saber-qué-va-a-pasar” fue parte de este desafío. Hubiera podido estar en cualquier otro lugar, haciendo cualquier otra cosa, pero escuchaba dentro mío el “si” de Dios que me llamaba a ir “a una tierra desconocida”. Quería mostrarme la cantidad de estrellas que me tenía prometidas. Muchos momentos y personas, me hicieron cuestionar si la zarza seguía ardiendo. Lo importante era el “si” de Dios. El mío ondeaba como vela en alta mar. Lo importante, como me dijo el padre Javier en una oportunidad, es Su fidelidad, Su seguridad, Su fuerza y mi pequeña capacidad de decirle “si” a pesar de todo.

Como en la vida, no importa la cantidad de personas que vayan o de cosas que hagamos en una Acampada. Lo importante; lo que apasiona a Dios, es nuestro “si” único e irrepetible, fundante y confianzudo como el de Abraham, el de Moisés o el de María. ¡Había entendido el capricho de Dios! No fue fácil. Me tuvo que llevar hasta Córdoba para que lo entienda; pero ahora que lo sé, encuentro nuevamente la paz para tomar esa “decisión decisiva” con mi vida y por la cual te pido que reces. Dios me había llevado a la Acampada, para enseñarme a decir “si”. Para mostrarme que su “Si” es para siempre y que el nuestro debe ser igual.

 

Quiero decirte algo, a vos que fuiste a la Acampada y a vos que todavía no: Que nunca te frene el temor. Que nunca tengas que rendirte, porque sé que no fue fácil estar donde estas. Porque no vale la pena mirar para atrás. Se que llevas en tu mochila muchas cosas “por las dudas”, pero esas cosas pesan mucho. Animate a soltarlas. Animate al desafío del amor. Carga tu termo de confianza, ata la carpa de la oración! Te pueden crucificar? Si. Te pueden tildar de loco? Por supuesto. Pero nada se compara con unos pocos días en que Jesús se hace presente entre nosotros para hacernos gustar un poquito de ese cielo prometido. Que María nos enseñe a decir un “Si” con toda el alma y para toda la vida.

 

Emiliano PAREDES