Enséñame la humildad y la sencillezde vivir contento con lo que tengo,de no querer más, de no esperar más.
Enséñame que solo se vive en cristianocuando se tiende la mano al que sufre,se busca sin fin al perdido y se abre la casa al de fuera.
Enséñame esa ley misteriosa de la vidade que abrazar lo nuevo exige soltar lo gastadoY el sonido diferente de la vida solo lo enseña el silencio.
Recuérdame que Dios me quieresin límite, sin medida, sin fecha de caducidad.y que sus abrazos, duran siempre, al menos, tres minutos.
Recuérdame, una y otra vez, que todos somos hermanos,que no hay extranjero ni asesinoque quede fuera de mi fraternidad.
Recuérdame, en fin, que el paso del tiempono gasta las cosas ni mata los sueñosque tienen aroma de eternidad.
Severino Lázaro, SJ