En medio de la reforma del Carmelo, fue nombrada como superiora de un convento en el cual las religiosas estaban tan negadas a obedecerle, hasta el punto que su sola presencia producía ataques de histeria en algunas.
Santa Teresa comenzó por explicarles que su misión en la reforma no consistía en instruirlas y guiarlas con el látigo en la mano, sino en servirlas y aprender de ellas:
– “Madres y hermanas mías, el Señor me ha enviado aquí por la voz de la obediencia a desempeñar un oficio en el que yo jamás había pensado y para el que me siento muy mal preparada… Mi única intención es serviros… No temáis mi gobierno. Aunque he vivido largo tiempo entre las carmelitas descalzas y he sido su superiora, sé también, por la misericordia del Señor, cómo gobernar las carmelitas calzadas.”
De este modo, se fue ganando la simpatía y el afecto de la comunidad, y le fue menos difícil restablecer la disciplina entre las carmelitas calzadas.
Fuente: Recursos Católicos