Mons. Rovai, obispo emérito de la Diócesis de Villa María, visitó los estudios de Radio María Argentina y compartió una linda reflexión sobre los santos que cultivaron grandes amistades entre sí.
La amistad es un don y una gratuidad. La amistad tiene el sabor de lo gratuito, y en ese sentidso cuando es auténtica uno se da cuenta de eso que dice la Biblia “Quien ha encontrado un amigo encuentra un tesoro”. El hombre está hecho para la amistad, así nos hizo Dios. “La suprema forma del amor es la amistad” como dice Santo Tomás un amor oblativo en donde uno busca en reciprocidad el bien del otro.
Cuando uno analiza la relación que hay entre los profetas y sus discípulos frente a la relación que Jesús establece con lso apòstoles, con la gente que lo rodea, con los discípulos de Emaús, con Marta y María… la amistad es una de las raíces fuertes de ser discípulos de Jesús. “No los llamo ya siervos, sino amigos” dice Jesús. La amistad es la forma suprema del amor que Cristo viene a establecer en el mundo y nos enseña que podemos ser amigos de Dios, impensable hasta Jesús.
La amistad es la clave del mensaje de Jesús, por eso muchos santos y santas llegaron a profundas amistades: Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal; Francisco y Clara de Asís; Graciano y Teresa de Ávila. Los une la profundidad del encuentro con Dios, que los hace encontrarse consigo mismos. Curiosamente el verdadero encuentro con Dios ayuda en el encuentro con los otros. Vemos mejor al otro cuando lo vemos desde el horizonte de Dios.
En las comunidades antiguas aparece un profundo testimonio de amistad en donde los paganos decían “miren cómo se aman”.
La amistad viene por cantagio y fluye de ese amor profundo y del encuentro. La amistad abre a la reciprocidad y es una intimidad espiritual profunda.
“Es amigo tuyo aquel que sabe todo de vos y sin embargo te quiere” decía San Agustín. A los amigos lo asumimos como son.
La amistad es lo más humano del hombre y aquel que no tiene capacidad de tener amigos, es porque hay algo en su humanidad que no va, porque aún los grandes solitarios son amigos de Dios que se exprese en sus escritos, como San Juan de la Cruz por ejemplo.
El caso de Brochero también es destacable. Todos sus biógrafos coinciden en destacar su capacidad de tener amigos, cultivaba la amistad y era muy fiel en la amistad. La Señora de Recalde con su marido eran muy amigos de Brochero, a un montón de presos y tantos otros con quienes se “carteaba”.
No hay que confundir amistad con sociabilidad.