Cuenta el P.Arturo Gaete:
Tenía la costumbre de no irse nunca a dormir sin haber rezado el rosario:
– A cualquier hora que termine, rezo primero el rosario antes de acostarme, contaba el Padre Hurtado.
En la casa de Retiros, yo lo vi a veces empezar el rosario a la una de la mañana.
Cuenta el P.Oscar Larraín:
Un joven jesuita viajó a Santiago con muchos encargos. Al llegar se encontró con el Padre Hurtado y le pidió la camioneta. Él sacó las llaves del bolsillo y le dijo: “Encantado, patroncito”. Apenas partió el joven en la camioneta, el Padre Hurtado salió a hacer sus numerosas diligencias en micro. Este detalle muestra su caridad espontánea.
Cuenta el P.Oscar Contreras sobre el Padre Hurtado:
Llegaba después de medianoche, muy cansado, de sus salidas recogiendo niños vagos, para dejarlos bien instalados en el Hogar de Cristo. Luego, después de pasar un largo rato en la Capilla, en fervorosa oración, se retiraba a descansar, para levantarse muy temprano.
Frecuentemente sucedía que pocas horas después de acostarse, lo llamaban por teléfono para atender algún enfermo grave. Nunca permitió que otro fuera en su lugar, sino que se levantaba y salía sin demora.
Cuenta el P.Víctor Risopatrón:
Partimos una noche de invierno con el P.Hurtado en tren a Concepción, en vagón de tercera clase. El Padre se sentó junto a la puerta, frente al baño. Le advertimos que tendríamos portazos, ventoleras y malos olores, y quedaban otros asientos. Él nos contestó:
– ¡Nosotros podemos viajar aquí! No vamos a dejar que otros sufran esas molestias, cuando nosotros podemos sufrirlas por amor de Dios!
Fuente: Recursos Católicos