Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas.Tú que a los pobres hombres nunca dejassin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.Cuando Tú de mi mente más te alejas,más recuerdo las plácidas consejascon que mi alma endulzome noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grandeque no eres sino Idea; es muy angostala realidad por mucho que se expande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa,Dios no existente, pues si Tú existierasexistiría yo también de veras.
Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-1936)