Sobre las riquezas

miércoles, 14 de octubre de
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Aquel hombre avaro del evangelio solo pensaba en construir más graneros… Sus graneros estaban a punto de romperse por demasiado estrechos para el trigo que metía, pero su corazón no estaba saciado No quería despojarse de nada aunque no llegara a poder guardar todo lo que poseía. Este problema le angustiaba: «¿Qué haré?» se repetía. ¿Quién no tendría lástima de un hombre tan obsesionado? La abundancia le hace desdichado… se lamenta igual como los indigentes: «¿Qué haré? ¿Qué comeré? ¿Con qué me vestiré?» Eso es lo que dice este rico. Sufre su corazón, la inquietud le devora, porque lo que a los demás les alegra, al avaro lo hunde. Que todos sus graneros estén llenos no le da la felicidad. Lo que atormenta a su alma es tener demasiadas riquezas al rebosar sus graneros…

Considera bien, hombre, quién te ha llenado de sus dones. Reflexiona un poco sobre ti mismo: ¿Quién eres? ¿Qué es lo que se te ha confiado? ¿De quién has recibido ese encargo? ¿Por qué te ha preferido a muchos otros? El Dios de toda bondad ha hecho de ti su intendente; te ha encargado preocuparte de tus compañeros de servicio: ¡no vayas a creer que todo se ha preparado para tu estómago solamente! Dispón de los bienes que tienes en tus manos como si fueran de otros. El placer que te procuran dura muy poco, muy pronto van a escapársete y desaparecer, y sin embargo te pedirán cuenta rigurosa de lo que has hecho con ellos. Luego lo guardas todo, puertas y cerraduras bien cerradas; pues aunque lo hayas cerrado todo, la ansiedad no te deja dormir…

¿Qué vas a responder al juez soberano, tú que revistes tus muros y no vistes a tu semejante? ¿Tú que arreglas tus caballos y ni tan sólo tienes una mirada para tu hermano desgraciado… que escondes tu oro y no te dignas ayudar al oprimido?…

Dime ¿qué es lo que te pertenece? ¿De quién has recibido todo lo que usas a lo largo de esta vida?… ¿Es que no has salido nudo del seno de tu madre? ¿Y no volverás a la tierra también desnudo? (Jb 1,21). Los bienes de ahora ¿de quién te han venido? Si respondes: del azar, eres un impío que rechazas conocer a tu creador y agradecerle todo lo que ha hecho por ti. Si estás de acuerdo en que es de Dios, dime por qué razón los has recibido.

¿Acaso Dios sería injusto repartiendo de manera desigual los bienes necesarios para la vida? ¿Por qué nadas tú en la abundancia y aquel en la miseria? ¿No es para que llegue el día, por tu bondad y tu gestión desinteresada, recibas la recompensa mientras el pobre recibirá la corona prometida a la paciencia?… El pan que tú guardas pertenece al hambriento; al hombre desnudo la capa que tú escondes en tus arcas… Así pues, cometes tantas injusticias cuantas son las gentes a quien tú podrías ayudar.

San Basilio

fragmento de homilía sobre las riquezas