Lo que vale la pena

miércoles, 18 de noviembre de
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Valen la pena los amigos. Esos con los que te encanta perder el tiempo. Esos con los que sos vos mismo, sin filtros, capas o escudos. Esos con los que confiesas hasta lo más inconfesable, y por tu propia voluntad. Esos a quienes te atreves a contar tus miedos, tus ilusiones, tus vergüenzas y tus conquistas. Amigos con los que arreglas el mundo.

 

Vale la pena la felicidad. Porque no es un estado, es una decisión. Es superar obstáculos y tropezones. Es saber conformarse con lo que tenemos y valorarlo como toca. Ni más ni menos.

 

Vale la pena la familia. Esa que dicen que es un mundo, pero que para vos, es tu mundo. Esa que está a tu lado incondicionalmente, aunque no siempre la veas. Esa con la que compartís cenas de Nochebuena, tortas de cumpleaños y veranos en el pueblo. Que no sólo es compartir genes. Esa con la que te peleas por tonterías, pero que nadie se atreva a tocarla. O sacas uñas, dientes y artillería pesada, todo sea por defenderla.

 

Vale la pena decidir. Ser valiente y asumir riesgos. Aceptar consecuencias de principio a fin. Aprender de nuestros fallos, nuestra mejor enseñanza. Celebrar los aciertos con saltos, gritos o triple mortal, lo que la ocasión se merezca. Que no todo es de color de rosa, pero habrá que intentarlo, ¿no crees?

 

Vale la pena lo importante. Dejar el dramatismo a un lado para que no nos distraiga. Cambiar el feo hábito de quejarnos por vicio y valorar de verdad lo que sí tenemos. Lo que somos y podemos ser. Abrir los ojos y no cerrarlos cuando algo no interese. Dar importancia al detalle y no esperar grandes promesas.

 

La vida no son más que pequeños momentos. Vale la pena ser uno mismo. Aceptarnos tal cual somos.

 

Vale la pena luchar. Aunque nos de vértigo salir de la comodidad de lo fácil. Aunque nos de miedo y pánico el cambio. Luchemos por nuestros sueños, por mucho que algunos digan que son descabellados. Por nuestras ilusiones y deseos, por todo aquello que nos motive y nos de alas.

 

Vale la pena confiar. En nuestras posibilidades, todas y cada una de ellas. Las que nos permitan crecer cada día y soñar a lo grande. Confiar también en los demás. En la mano amiga que te ayuda a levantarte y en las palabras que te resucitan cuando no puedes más. Creamos en el hoy y en el mañana. Un mal día no dura más allá de 24 horas.

 

Vale la pena perder. Perder miedos que nos atan de pies y manos, que no nos dejan avanzar. Perder el orgullo que nos ciega y nos vuelve estúpidamente estúpidos. Perder, porque no siempre se gana, pero siempre se aprende. Porque hay cosas que nos sobran y no nos damos cuenta. Perder para saber valorar lo que teníamos y, más aún, lo que aún tenemos. 

 

Vale la pena el amor. Enamorarse perdidamente y con locura. Que las medias tintas no saben a nada. Perder el norte por alguien que nos traiga de vuelta. Por alguien que no entraba en nuestros planes, y que ahora no sale de nuestra cabeza. Enamorarse de la A a la Z, con comas, puntos suspensivos y exclamaciones incluidas.

 

 

Fuente: Entre suspiros y un café

 

Oleada Joven