Evangelio según San Marcos 3, 22-30

viernes, 24 de enero de
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En aquel tiempo, unos letrados de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”. El los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.


Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre”.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.


Palabra de Dios




 


P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay


Un conocido dicho, como todo buen dicho, dice una gran verdad: ¨No hay peor ciego que el que no quiere ver¨. Así mismo, otro dicho en la misma línea nos recuerda: ¨Para no ver, no hay mas que cerrar los ojos¨.


En el Evangelio que nos regala la liturgia de hoy, vemos que el mismo Cristo en su tiempo padeció la ceguera voluntaria de muchos de sus contemporáneos. Estos aseguraban que aùn los signos que Jesús hacìa, como expulsar demonios, por ejemplo, no eran, sino, porque Jesús lo haría como seguidor de Satanás. Así se deja ver como es la misma cerrazón del corazón humano, la misma ceguera de algunos de sus contemporáneos lo que les impide descubrir en Cristo al Dios con nosotros. Por eso es tan dura la sentencia del final, en la que Cristo nos avisa, que la blasfemia contra Espíritu Santo no tiene perdón. Porque lo que no tiene perdón es justamente esto: no reconocer que Dios a venido a nosotros, que el Espíritu esta soplando en nosotros, que Dios ha venido a nuestra historia, a nuestra vida, que Dios ha querido construir con nosotros y en medio de nosotros su Reino. Lo que no tiene perdón es que, queriendo darnos todo, los hombres le cerremos la puerta a Dios, le cerremos la puerta a la acción de su Espíritu.


San Juan, admirado por esta cerrazón humana, reflexiona todo a lo largo y ancho de su Evangelio sobre còmo los hombres hemos podido no ver al Dios que se nos hizo cercano en Jesucristo. De ahí, entre otras, la imagen hermosa del ciego, en el capítulo 9 de Juan, que acaba viendo más que sus interlocutores, supuestamente lucidos. De ahí, aquello de que los hijos de las tinieblas contrarios a los hijos de la luz, han sido los que, manifiestamente, no quisieron recibir al Dios que venía a acampar en medio de nosotros, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, dice San Juan.


Cuidado. Este Evangelio de Marcos en que se malinterpreta interesadamente a Jesús, acusandolo de ser seguidor de Satanás, estas imágenes de personas ciegas al espíritu, de personas que prefieren las tinieblas a la luz, no solo son parte del pasado, sino que también puede ser parte de nuestro presente si no sabemos discernir los signos de los tiempos y nos cerramos a reconocer que el Espíritu de Dios sigue actuando también hoy en nuestro mundo y en nuestra historia.


En el último año, sin ir mas lejos, el Espíritu de Señor ha estado grande con nosotros, regalandonos figuras como la del Beato Brochero y el Papa Francisco. Sí, el Espíruto Santo viene soplando a lo grande. Se trata entonces, como decía el Beato Papa Juan XXIII, de tener las ventanas y las puertas bien abiertas para la acción del Espíritu de Dios. Se trata de dejar ser al Espíritu de Dios, dejarlo que sea Él el gran protagonista de nuestra vida.


Piensen que cuando el Espíritu llego a la vida de María en la anunciación, María virgen se convirtió nada más ni nada menos que en la madre de Dios. Piensen que cuando el Espíritu Santo vino sobre la Iglesia en Pentecostés, los apóstoles y discípulos de la primera hora se llenaron de valentía y fueron capaces de anunciar a Cristo resucitado hasta los confines de la Tierra.


El Espíritu Santo, como vemos, no se anda con chiquitas, si lo dejamos habitar nuestras vidas seguro habrá grandes novedades para nosotros. Pidamos entonces para nosotros también, un nuevo Pentecostés. Pidamos ser como María, hombres y mujeres que nos dejemos habitar por el Espíritu Santo, hombres y mujeres que dejemos soplar al Espíritu de Dios en nuestras vidas. Seguro que, habitados por Él, también nosotros expulsaremos demonios, también nosotros sanaremos enfermos, también nosotros anunciaremos la buena nueva de Jesucristo hasta los confines de la Tierra y de la historia. Que así sea.




 

Oleada Joven