Evangelio según San Marcos 4,21-25

viernes, 24 de enero de
image_pdfimage_print

Jesús les decía: “¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”.


Y les decía: “¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”.


Palabra de Dios




P. Jorge Rodríguez de la Pastoral de Juventud de la Diócesis de Lomas de Zamora 


¡Queridos amigos de los jueves! En este tiempo de vacaciones el Señor quiere “recrearnos”, quiere renovarnos con su fuerza. Por eso nos convoca desde el misterio de su Palabra, que siempre es viva y eficaz, actual y renovadora.


En el Evangelio que compartimos encontramos a Jesús hablando en “parábolas”. Consciente de que su misión no pasaba por los eruditos de Israel, Jesús sabe hablar de cosas profundas con palabras simples. ¡Qué bien nos hace escuchar a Jesús! ¡Qué fuerza renovadora tiene su Palabra!


Y, después de usar la parábola de la semilla que cae en el campo y de explicársela a los discípulos, Jesús usa otra imagen: la lámpara encendida. Su luz no fue hecha para ser escondida, sino para que ilumine. En este ejemplo sencillo se esconde un principio fundamental en la vida espiritual: “para crecer en lo que se posee, es necesario comunicarlo”.


Cuando uno se encierra en uno mismo y se queda adorando esa luz que Dios le dio, y no la comunica, corre el riesgo de pensar que es propiedad de uno y olvidarse de que esa luz es un don, y esa luz corre el riesgo de apagarse por falta de oxígeno. Cuando uno comunica la luz recibida, respira un nuevo aire y esa luz crece.


El Papa Francisco, en la Evangelii Gaudium nos hablaba de la “Iglesia en salida”: Este “dinamismo de salida”, que es profundamente evangélico, nos hace estar presentes en los nuevos escenarios y atentos a los nuevos desafíos (nº 20); es fruto de la “alegría del Evangelio” que se convierte en alegría misionera; es signo de que el Evangelio es anunciado y que ya está dando fruto, pero que siempre exige de nosotros la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre nuevos, siempre más allá (nº 21). La Palabra compartida tiene una potencialidad que no podemos predecir (nº 22), y se apoya en la intimidad con Jesús, una “intimidad itinerante” (nº 23).


Esta Iglesia “en salida” es la comunidad de los discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y que festejan (nº 24). Y en este “dinamismo de salida” el Papa nos alienta a no tener miedo: “Más que temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Denles ustedes de comer!” (nº 49).


Pidámosle al Señor que nos llene con la fuerza del Espíritu Santo, que nos llene de coraje, que nos haga “gustar la misión”, que nos muestre que hay más fecundidad en el darse que en el “guardarse”.

 

Oleada Joven