Evangelio según San Marcos 6,53-56

martes, 4 de febrero de
image_pdfimage_print

Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.

En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.


Palabra de Dios




P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay



Hoy contemplamos a Jesús sanando toda clase de enfermos, toda clase de dolencias. Me enamora ver cómo Jesús, no solamente dedica su vida y Ministerio a anunciar el Reino, sino que, en medio de su anuncio, se ocupa de ir ya mismo construyendo Reino.


Jesús no sólo dice que el Reino está cerca, sino que hace patente al Reino con este signo tan elocuente de devolverle al hombre su salud, de hacerse cargo de todas y cada una de sus dolencias. En el fondo, el Reino será eso. Será el lugar donde Dios sanará todas nuestras heridas y dolencias, será el sitio donde ya no habrá lugar para el dolor y el sufrimiento.


Junto con la salud, el Señor devuelve algo mucho mas preciado para los hombres y mujeres de su tiempo: devuelve la dignidad perdida, devuelve la conciencia de ser queridos, amados por Dios. No olvidemos que, en tiempos de Jesús, el enfermo era alguien que estaba castigado por Dios, era alguien a quien Dios, por sus muchos pecados, le había soltado la mano. De ahí, se creía, la razón de su enfermedad. Jesús, entonces, sanando a sus contemporáneos, viene a decirnos que Dios jamás le suelta la manos al hombres, que no importa cuan pecadores seamos: Dios siempre estará de nuestro lado, a favor de nuestra salud física y espiritual.Por eso la sanación que opera Cristo es siempre doble, porque supone una curación física y supone, a la vez, un bálsamo espiritual.


Y, muy importante es, también, una sanación, una curación a nivel social, una restitución de la comunión, una vuelta a la comunidad. El hombre enfermo era, en aquel tiempo, un excluido. Por ello, el hombre sanado será, entonces, alguien que vuelva a experimentar la inclusión, la cercanía y el aprecio de sus hermanos. Todo eso esta en juego cuando Cristo viene a sanar. Por eso se dedicara Cristo a lo largo y ancho de su vida pública, con tantas energías y con tanto tiempo, a sanar a todo enfermo que se le ponga adelante. Porque aquí hay algo urgente, algo que no puede ser retrasado, algo que no puede esperar. Aquí en la enfermedad, Jesucristo ve a la humanidad clamando a Dios atención, misericordia, perdón, comunión, inclusión, salvación. Por ello es tan central entonces este verdadero Ministerio de Sanación al que Cristo se dedica. Porque sanando esta anunciando a los cuatro vientos que su Padre, que su Dios, nuestro Padre, nuestro Dios, es, antes que todo, un Dios de los que sufren, Dios de los que padecen, Dios de los excluidos.


Cuando Dios sana los ciegos, a los sordomudos, a los paralíticos, a los leprosos, no sólo esta realizando un gesto biológico, sino que, mucho mas allá, les esta devolviendo a todos y cada uno ese “algo mas” humano, espiritual que han perdido con su enfermedad. Así, por ejemplo, el ciego, al ciego, lo esta devolviendo a la luz, lo esta volviendo al contacto con la realidad. Al sordomudo lo esta reintegrando a la comunidad, restituyéndole su capacidad para comunicarse. Al paralítico le esta devolviendo la posibilidad de hacer, de actuar, de valerse por sus propios medios. Le esta devolviendo la libertad de ir y venir, de ser independiente. Al leproso, que era considerado como un ser repulsivo, que era, literalmente, excluído de los lugares habitados, lo esta salvando del ostracismo, lo esta devolviendo a la vida pública, lo está, también, reintegrando a la comunidad.


Repito, los enfermos eran considerados como seres abandonados por Dios y, en consecuencia, sufrían, además de su enfermedad, el abandono de los hombres. Así los enfermos se constituían en uno de los grupos mas marginales dentro de la cultura de Jesús. Ni siquiera al templo podían entrar los enfermos. Por eso, el Señor se ocupa especialmente de ellos antes que de nadie más. Por eso el Señor siempre tendrá tiempo y energía para atender enfermos, porque el Señor tiene y tendrá siempre entre sus prioridades a los marginales, a los abandonados.


Una ultima nota que merece especial mención en la sanación es que el grito realiza es su gratuidad, ¿lo han notado? Jesucristo jamás pide nada a cambio de la sanación física y espiritual, ni siquiera lo vemos invitando al seguimiento después de una sanación. La mayoría de las veces, él mismo se adelanta y despide al enfermo: “Puedes ir en Paz”. Que corazón el Corazón de Cristo, ¿no?, que es todo misericordia y, por ello, es todo gratuidad.


Pidamos hoy una doble gracia. Primero: la gracia de ser también nosotros sanados por Cristo de tantas y tantas enfermedades físicas y, sobretodo, espirituales, que vamos cargando por la vida. Pero, segundo, sobre todo, la gracia de ser también nosotros sanadores de nuestros hermanos, por lo pronto, evitando cualquier tipo de exclusión o marginalidad, acercándonos especialmente a los leprosos de nuestro tiempo, intercediendo a favor de los ciegos, sordomudos y paralíticos de nuestra cultura. Ojala la llegada definitiva del Reino nos encuentre también a nosotros haciendo Reino, entregados de cuerpo y alma a la salud física y espiritual de nuestros hermanos. Ojala, por lo demás, nos encuentre el Reino haciendo esto gratuitamente. Recordemos aquello que el mismo Cristo dijo: ”Ven gratuitamente porque gratuitamente han recibido.” Que así sea.


 

Oleada Joven