Evangelio según San Juan 4,43-54.

lunes, 31 de marzo de
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Jesús partió hacia Galilea. El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.

Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.Jesús le dijo: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. 


El funcionario le respondió: “Señor, baja antes que mi hijo se muera”. “Vuelve a tu casa, tu hijo vive”, le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.

Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y leanunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. “Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre”, le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y entonces creyó él y toda su familia.


Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.


Palabra de Dios




 

 


P. Germán Lechinni Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay

 

Hoy los invito a dejarnos interpelar por el Evangelio y preguntarnos cómo está y cómo es nuestra fe en Jesucristo. Según San Juan, pueden ir al capítulo 21 de su Evangelio, en la mayor alabanza que Cristo hace en torno al tema de la fe, a quien se celebra finalmente, no es al que cree como consecuencia de haber visto; sino al que cree aún cuando no ha visto: “Felices los que creen sin haber visto”, dice el Señor.

En este sentido, el “funcionario real” que hoy golpea a la puerta de Jesucristo para pedir la curación de su hijo moribundo, encarna el ideal del hombre de fe porque, como bien comenta San Juan: “el hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino”. Así, este hombre viene a ser icono de la fe que buscamos. De la verdadera fe, la que es capaz de “esperar contra toda esperanza” y de creer sin ver.

En la línea de lo que venimos hablando, siempre me impresionó el testimonio de fe de San Juan de la Cruz, cuando aún en la “noche oscura” de su vida y de su fe, supo apostar, creer y esperar.

Dice el santo: “Que bien sé yo la fonte [la fuente] / que mana y corre / aunque es de noche” y continúa: “Aquella eterna fonte está escondida / que bien sé yo donde tiene su guarida / aunque es de noche… Su claridad nunca es oscurecida / y sé que toda luz de ella es venida / aunque es de noche”.

Aunque es de noche, aunque es de noche, aunque es de noche. Todo el poema está atravesado por esta noche oscura, por este momento de zozobra y tinieblas que está viviendo el santo-poeta y, sin embargo, en todo el poema (en toda su vida) aquello que lo sostiene es su fe. Fe honda que lo mantiene a flote y lo protege ante el peligro de naufragio.

Siguiendo en esta línea, en el número 57 de la Encíclica Lumen fidei, el Papa Francisco nos regala una preciosa metáfora de la fe cuando dice: “La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz…”.


Gracias a su fe, gracias a que cree, en la biografía del funcionario real hoy también se abre un resquicio de luz. Por eso, debemos tomarlo como un ejemplo para nuestra propia fe, porque este hombre aún en la prueba y en la tiniebla, se puso en marcha; aún en la duda (por qué no decirlo) y hasta en el peligro de muerte (su hijo agoniza), se puso en marcha… ¡Sí! “El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino”.

¿Y nosotros? Cuántas veces nuestra vida no avanza, porque ante dudas, muertes, tinieblas y pruebas quedamos como paralizados, sin acabar de creerle a Jesucristo, Señor de la vida. Ojalá podamos aprovechar esta Cuaresma para reforzar nuestra fe. En este sentido, el Evangelio de hoy nos invita a creer y a creer en camino, a creer y ponernos en marcha… Porque sabemos que el camino de Jesús, aún y cuando pase por la Cruz, es un camino que acaba en vida: “¡Tu hijo vive!” le dijo Cristo al funcionario real, y porque éste creyó se cumplió la palabra de Dios.

Pidamos a María, la gracia de ser también nosotros hombres y mujeres de fe, hombres y mujeres capaces de caminar y creer, aun en las noches más oscuras, aún en las pruebas más grandes…

Que así sea!

 

Oleada Joven