Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.
Entonces se aproximó un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”. Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Otro de sus discípulos le dijo: “Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
¡Qué fácil, parece ser hoy el seguimiento! Uno, por ejemplo, puede “seguir” a dos mil personas por Twitter o puede ser “amigo” de cinco mil personas por Facebook. También podemos “seguir” las veinticuatro horas la vida de una persona viendo “Gran Hermano” y hasta podemos “seguir” toda clase de programas y eventos deportivos en los diferentes canales piratas que nos ofrece internet… Y creo que ahí está la clave, todos estos son, en realidad, “seguimiento piratas”, pseudo-seguimientos, seguimientos a medias. Porque cuando creo que sigo a muchos, en realidad, es que no sigo a nadie, como cuando creo que tengo cinco mil amigos en verdad es que no tengo ninguno.
En el Evangelio de hoy Jesús nos interpela a propósito de la radicalidad con que lo seguimos a él. No es posible, en el seguimiento de Cristo, la mediocridad, la tibieza, la ambigüedad. O se lo sigue o no se lo sigue. Por eso, nos avisa Jesús, el seguimiento a su persona, si ha de ser verdadero, ha de suponer el “dejarlo todo”, el deponer cualquier otro seguimiento.
¡Sí! El seguimiento de Jesús o es absoluto, único, radical… o no es verdadero seguimiento evangélico. Porque a Jesús no se lo sigue “a la distancia”, a Jesús no se lo sigue “a veces sí y a veces no”, a Jesús no se lo sigue a la vez que se sigue a “otros muchos”… Hoy es un muy buen día, entonces, para que nos preguntemos ¿Cómo está nuestro seguimiento de Cristo?
El Evangelio nos llama, en la línea de esta pregunta, a examinarnos en torno a dos grandes condiciones que supone el seguimiento radical de Cristo:
Primero condición: el “no tener dónde reclinar la cabeza”. El seguimiento de Jesús invita a abandonarlo todo. Esto es, ir por la vida ligueros de equipaje, ir por la vida libres de ataduras, sin poner el corazón en falsas seguridades o en cosas que no son Jesús. Siguiendo a Jesús, el único lugar donde recostarás la cabeza es en él… ¡¿Qué?! ¿No te alcanza?
Segunda condición: el “dejar que los muertos entierren a sus muertos”. El seguimiento de Jesús supone una radicalidad tan absoluta que invita a no transar siquiera con las “razones válidas” para mezquinar mi seguimiento. Hablo de “razones válidas”, porque en el contexto de la cultura judía, la muerte del padre era la “excusa” perfecta y única para todo. Ante la muerte del padre, un judío podía incluso renunciar a ir a la guerra o al servicio del Templo (dos cosas a las que no se podía eludir sino por ésta única razón). Y, sin embargo, Jesús se pone hoy aún y por encima de esta “excusa”, como para decirnos hoy a nosotros que en su seguimiento no puede haber excusa posible, no puede haber “razón válida” para mirar hacia otro lugar.
¡Sí! Así de urgente, radical, única, absoluta, total… es la invitación al seguimiento que nos hace Cristo. En esta clave, quiero terminar dándole la palabra a San Alberto Hurtado que te invita, como joven, a preguntarte: “¿Qué quiero hacer por Jesús para manifestarle la sinceridad de mi adhesión a Él?… -y continua- Cristo dice ahora: ‘jóvenes, los necesito’ ¿Cuál será, entonces, tu respuesta? Joven: si alguna vez en tu vida recibes un llamamiento a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria… ¡No vaciles! ¡Pelea valientemente por seguir el llamamiento de Cristo!”.
Pidamos esta enorme Gracia, la de no vacilar ante los llamados que nos hace Cristo, la de pelear valientemente por seguirlo con radicalidad.
¡Que así sea!