Evangelio según San Mateo 13,1-23

martes, 1 de julio de

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.


Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.¡El que tenga oídos, que oiga!”. 


Los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”. El les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.

Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. 


Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.

El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.


Palabra de Dios

 


Reflexión del P. Raúl Gómez sacerdote de la Parroquia Santa Rosa de Lima de la Arquidiócesis de Mendoza


En el evangelio de hoy, escuchamos a Jesús, que nos dice: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios esta cerca, conviertanse y crean en la Buena Noticia”. A renglón seguido, se deja ver la respuesta inmediata y radical de los primeros discípulos que, dejandolo todo, siguen a Cristo.

El primer llamado de Jesús, entonces, es aún profunda y radical metanoia, es decir, conversión.
Jesús, cuenta con que nosotros, a partir del encuentro con Él, cambiemos nuestra Vida, transformemos nuestra biografía y seamos hombres y mujeres, que lo sigamos camino de la Vida Buena, hombres y mujeres que lo ayudemos en la construcción de Reino, que ya esta cerca. A propósito de la conversión y del seguimiento de Cristo al que se nos llama.

Los primeros discipulos nos regalan hoy, una clave escencial, ¡Dejarlo Todo! Tanto en la vida de los primeros apóstoles y discípulos, como luego en la vida de los grandes santos, pienso entre otros, en Francisco de Asis, en Ignacio de Loyola… el encuentro con Jesús, es esencialmente transformador, nadie queda igual, nadie sigue con su vida normal. Después de haberse encontrado a fondo con Cristo y de haber comenzado de su mano un camino de conversión, un tiempo de metanoia. En este sentido, cito a Francisco de Asis y a Ignacio de Laoyola, porque, como Pedro y Andrés, como Santiago y Juan, supieron plasmar en hechos concretos y externos, la conversión mas interior que estaban viviendo.

Los primeros discípulos llamados por Cristo, dejen su antigua vida, dejan las barcas, las redes, sus familias, así demuestran con claros signos externos, que la conversión interna, la conversión radical, la del corazón, ¡Va en Serio! 

Asi, dan prueba que en el seguimiento de Cristo, estan dispuestos a ir siempre mas allá. El de Asis, cuando entiende que es Cristo mismo que lo llama al seguimiento y a la reconstrucción de la Iglesia, también se juega con un gesto externo. Como no recordar aquel día en que se despojo de todo y entrego a su Padre sus ropas y riquezas. Ignacio, por su parte, como signo de la conversión profunda que habia vivido en su tiempo de reposo y oración en Loyola parte en peregrinación a un Santuario Mariano, a la Virgen de Monserrat y delante de ella, hace ofrenda de su espada y su puñal , signos de su vida pasada. Asi mismo regala sus lujosas prendas a un pobre y se viste como un simple sayo de peregrino. De esta forma, también, Ignacio, muestra signos externos, que la conversión interna, ¡Va En Serio! Que el seguimiento de Cristo, será de ahora en más: ¡Radical!

 

El testimonio de estos Santos, sumada al evangelio de hoy, donde contemplabamos a los primeros discípulos, dejandolo todo por el Reino y convirtiendo su vida en seguimiento, nos interpela a nosotros que estamos invitados a preguntarnos ¿Cómo va nuestra conversión ? ¿Tenemos signos externos, palpables, concretos de que nuestra vida, va en serio en la línea del Reino, en el camino del seguimiento? 

Pidamos esta gracia enorme, la gracia de reconocer el llamado de Cristo y ser capaces de dejarlo todo por Él. ¡Qué Asi Sea!

 

 

Oleada Joven