Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Hace muy pocos días comenzamos el otoño, un cambio de estación, y a eso nos llama la cuaresma, a un cambio en nuestras vidas, ¿no?. Muchas veces estamos como siempre iguales. Bueno, qué lindo llenarse de esperanza y pedirle al Señor que nos transforme el corazón, que hoy sea un día distinto porque Él obra en nuestras vidas.
Hoy compartimos el evangelio de san Mateo, capítulo 5, del 17 al 19. Retomamos estos textos tan lindos del sermón de la montaña. Jesús que enseña, se muestra como maestro y viene no para abolir la Ley sino para darle cumplimiento. Tratemos de meditar algunos puntos para nuestra oración de hoy.
En primer lugar, llevar a cumplimiento. Es interesante quedarse pensando en esto de dar cumplimiento. Es una palabra que muchas veces parece que tiene una connotación negativa, como si de obligaciones se trataran. A veces uno quiere cumplir por cumplir, ¿no? Hay gente que pareciera que está atada a la Ley, a las reglas, a las normas. Pero solamente por el cumplimiento, sin mirar más allá, no porque le encuentre un sentido profundo y verdadero. Sin embargo en el evangelio de hoy el Señor no habla de cumplimiento como obligación sino más bien como plenitud. Dar cumplimento tiene que ver con la fidelidad. Cuántas veces vos y yo nos hemos quedado en la vida con cosas a medio hacer. Incluso con cosas que nos hacen felices. Por eso qué lindo sería que en esta cuaresma tratemos de llevar a cumplimiento aquello que anhelamos; ponernos metas, tener sueños. No renuncies a las cosas buenas que salen de tu corazón. Tal vez podés retomar ese proyecto que tenías abandonado, a lo mejor acercarte a ese hermano distanciado, tratar de perdonar, trabajar en aquello en que me aprieta el zapato. No dejes todo en el tintero, confiá en Dios. Bueno, poné de tu parte, pero dejá también que el Señor te sostenga.
En segundo lugar, viví la coherencia. Todo un desafío el que nos propone la Palabra. Dice el Señor que el que cumpla y enseñe hasta el más pequeño de los mandamientos, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Esto es la coherencia. No pararse en un pedestal queriendo imponer, sino pedir al Señor la gracia el don de la unidad entre lo que pienso, siento, digo y hago. Acordate que las palabras convencen, pero lo que arrastra es el testimonio, el encuentro con una persona viva y verdadera, que es Jesús. ¿Cómo está tu relación con el Señor? ¿Hablás con Él? ¿Hablás de Él con tus palabras y acciones? Enseñá a buscar, no quieras dar respuestas, generá en tu hermano buenas preguntas. Acompañá los procesos del otro. Encontrate con Jesús para tener sentido en tu vida y compartí ese sentido con tus hermanos para llegar a la Plenitud que solamente Dios les puede dar y nos puede dar.
Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.
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