Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?”.Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”.
El le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”.”Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida”.Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”.
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: ‘Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver’.¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”.
“El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”
Estas palabras resumen todo el mensaje del Evangelio: los cristianos, siguiendo el ejemplo de Cristo, no concebimos el amor a Dios sin el amor al prójimo. Como bien dice San Juan en su primera carta: “quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso”.
Jesucristo es claro en esta materia, al unir, al anudar estos dos mandamientos del amor: amor a Dios y amor al hombre. Aquí, Jesús nos está dando una tremenda Buena Noticia, nos está diciendo que el amor a Dios es posible aquí y ahora… ¿Dónde? En el amor al hermano, especialmente, en el amor al hermano herido, al hermano abandonado al borde del camino.
La pregunta que dispara el Evangelio de hoy es ineludible, la pregunta sería: ¿Cómo está tu amor a Dios, es decir, cómo está tu amor al hermano necesitado?
En este siglo XXI en que proliferan los test, las mediciones, las evaluaciones institucionales, los exámenes, las revisiones y demás… La parábola del Buen Samaritano, viene a ser un muy buen “test”, quizás el mejor test que existe para medir (si cabe la palabra) nuestro ser verdaderamente cristianos. Te invito, entonces, a hacer hoy lo que podríamos llamar un “TEST SAMARITANO”, veamos…
1) ¿Hemos atendido a algún herido?
2) ¿Hemos socorrido a algún abandonado?
3) ¿Hemos levantado a los que encontramos caídos al borde del camino?
4) ¿Hemos socorrido a algún hermano pobre, pagando de nuestro bolsillo sus gastos y necesidades?
5) ¿Hemos dado de comer al hambriento y beber al sediento?
6) ¿Hemos vestido al desnudo?
7) ¿Hemos visitado al enfermo y al encarcelado?
Siguiendo en la línea del Buen Samaritano, siguiendo en la línea de Mateo 25, no olvidemos jamás que al cristiano se le pedirán cuentas ¡Sí, lo que oyeron!, a los cristianos se nos pedirán cuentas del amor, del servicio, de la atención que hemos brindado a los más necesitados. Quien no apruebe este “test samaritano”, quien no apruebe el examen de “amor al hermano pobre y herido”, difícilmente lo salve el saberse de memoria la ley o repetir como loro el catecismo. Así como reprobaron en la parábola el sacerdote y el levita, así también corremos el peligro de reprobar nosotros si al ver un hermano caído, hacemos un rodeo y seguimos de largo.
Permítanme terminar con tres imágenes que resumen tres tipos de hombres:
i) Existen los “hombres tortugas”: se trata de personas que viven encerradas en su caparazón. Por ello, no son capaces de ver y oír las necesidades de sus hermanos. Se trata de personas que viven sólo para su metrito cuadrado, sólo atentos a su ombligo, a su “yo”, a sus necesidades.
ii) Existen los “hombres tomógrafos”: se trata de personas que sí son capaces de ver, de escanear las heridas de sus hermanos, pero no son capaces de curarlas, no son capaces de hacerse cargo. Ven, pero no hacen nada. Ven, pero pasan de largo.
iii) Por último, existen los “Buenos Samaritanos”: hombres y mujeres que no pueden ver un dolor sin remediarlo, que no pueden ver un herido y seguir de largo, hombres y mujeres capaces de amar a Dios en el servicio a los más necesitados.
Pidamos la Gracia de tener un corazón de Buen Samaritano y… manos a la obra!
¡Que así sea!