Uno de la multitud le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.Jesús le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?”.Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”.
Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,y se preguntaba a sí mismo: ‘¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha’.
Después pensó: ‘Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?’.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios”.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
En el Evangelio de hoy, el Señor nos regala un consejo vital a la hora de encarar nuestra existencia: “La vida no depende del poseer muchas cosas”… ¡Sí! Lo que oyeron, la plenitud, la felicidad, la paz, la vida entera de un ser humano no se juega en tener el granero lleno.
Este consejo de Jesús en el Evangelio, nos recuerda aquél otro tan famoso que va en la misma línea: “donde tienes tu tesoro, ahí tienes tu corazón”… En el fondo, se trata de eso, de dejarnos interpelar por Jesús a propósito de dónde tenemos puesto nuestro corazón, a qué hemos apostado nuestra seguridad, en qué cosas hemos puesto nuestra felicidad.
Rezando con esto de que en la vida, la verdadera riqueza no está en el poseer muchas cosas, recordaba aquella famosa entrevista al Presidente uruguayo José Mujica, quien –se dice- es “el presidente más pobre del mundo”, dado que, entre otras cosas, suele donar sistemáticamente el 80 % de su sueldo. En dicha entrevista, Mujica decía, textual: “Yo no soy pobre. Pobres son los que precisan mucho para vivir, esos son los verdaderos pobres”.
Acierta y mucho Mujica en una gran verdad: pobre es aquel que necesita de todo para ser feliz. Por eso, el Señor nos interpela desde la parábola del rico de hoy, que acumula y acumula pensando únicamente en sí mismo. En el fondo, repito, Jesús nos está preguntando: ¿y ustedes, dónde tienen puesto el corazón, cuánto necesitan para “ser felices”?
Poner el corazón en la tiranía del dinero, del tener siempre más, puede ser uno de los caminos de mayor infelicidad… Puede hacer que nos pasemos la vida construyendo graneros que no disfrutaremos ni nosotros, ni nadie. Qué triste cuando en nuestra vida, nuestra felicidad, nuestra alegría, nuestra seguridad, nuestro “valor” depende de si tenemos o no el granero lleno.
A la luz de la Palabra de hoy, en la línea con lo que venimos diciendo, quiero compartir con ustedes la famosa leyenda de los dos hermanos que compartían un granero. Uno de ellos era soltero, mientras que el otro era casado y tenía cinco hijos. Cada año, al acabar la cosecha, guardaban todo en el mismo granero pero, claro está, en montones separados cuidadosamente al 50 % para cada uno. Cierta noche, el hermano soltero despertó pensando: “mi hermano tiene cinco hijos y esposa que alimentar, es injusto que yo tenga la misma cantidad de grano que él… en silencio, para no ofenderlo, cada noche pasaré una bolsa de mi lado al suyo”. Y así lo hizo. Coincidentemente, también una de esas noches, el hermano casado pensó: “mi hermano es soltero, y no tendrá quién cuide de él cuando llegue el momento en que no pueda trabajar, mientras que yo tengo cinco hijos que velarán por mí en mi vejez, es injusto que yo que tengo mi futuro asegurado tenga la misma cantidad de grano que él… en silencio, para no ofenderlo, cada noche pasaré una bolsa de mi montón al suyo”. Y así lo hizo.
Cuenta la leyenda que un día se encontraron a la misma hora de la madrugada, cada uno cargando y llevando grano al montón del otro… No sabemos cuán cierta es este leyenda pero, en todo caso, lo cierto es que toda leyenda tiene siempre algo de verdad y, según se cuenta en ésta, cuando en ese pueblo hubo de construirse una capilla, se eligió como lugar ese granero, ese lugar sagrado donde dos hermanos velaban no por el grano propio, sino por el grano ajeno.
¡Qué hermosa imagen la de estos dos hermanos compartiendo el granero! De eso trata nuestro Evangelio… Ha llegado la hora de abrir nuestros graneros, ha llegado la hora de compartir con el hermano más necesitado, ha llegado la hora de velar menos por las necesidades propias y salir a cubrir más las necesidades ajenas… Ha llegado la hora de dar rienda suelta al Evangelio de la solidaridad, donde “hay mayor alegría en dar que en recibir”.
¡Que así sea!