Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”.
Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?”. Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no creyeron en él?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”.
Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”. El, por su parte, les respondió: “Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.
Palabra de Dios
P. Germán Lechinni Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
Permítanme comenzar nuestra reflexión con una frase que resume muy bien el Evangelio de hoy, aunque no se encuentre en él… La frase es archiconocida: “La verdad los hará libres”. ¡Sí! Jesús tiene razón, sólo la verdad nos hará verdaderamente libres.
El Evangelio de hoy desnuda la gran cerrazón que anida en el corazón de los “los sumos sacerdotes y los ancianos del Templo”, ellos no están abiertos a la verdad. No sólo no están abiertos a la verdad respecto de Jesucristo, o de Juan el Bautista, sino que no están abiertos a ninguna verdad. Todo en sus vidas es cálculo, acomodo, conveniencia… “Si decimos esto, puede pasar aquello, si decimos esto otro, puede que nos suceda tal cosa”… En síntesis, toda la preocupación es qué nos conviene más, qué nos conviene menos; mientras que la búsqueda de la verdad brilla por su ausencia. Así, encerrados en el mundo del “me conviene – no me conviene”, viven aprisionados y no conocen la libertad, viven en la mentira y no conocen la verdad, viven en la apariencia, con miedo a la libertad y a la verdad.
Adviento, en este sentido es un canto a la libertad y una canto a la verdad. Jesucristo viene a traernos verdad y libertad: ¿estamos dispuestos a recibirlo? ¿Estamos verdaderamente abiertos a Cristo, más allá del propio “amor, querer e interés” (como gustaba decir San Ignacio de Loyola)?
En la línea de lo que venimos diciendo, comparto con ustedes un bellísimo poema del jesuita Rodríguez Olaizola, SJ., se titula “para la libertad” y viene muy a cuento del llamado que se nos hace en este Adviento, dice así:
Hay muchas celdasen la prisión del hombre,sus nombresescritos con sangre y llantoen la puerta:‘Codicia’, ‘Exigencia’,‘Vanidad’, ‘Celos’,‘Impaciencia’, ‘Comodidad’,‘Violencia’……y otros títulosque llenan los corredorescon lamentos por la vida perdida.Hay quien ni siquiera sabeque está preso,y sin embargo, en lo profundo,intuyeotra historiasin cadenas.El Dios humano es la puertaque nos libera,al mostrarnosun amorverdadero.
También nosotros, como estos sumos sacerdotes y ancianos, tenemos nuestras “prisiones”, nuestras “cadenas”; por ejemplo: ‘conveniencia’, ‘apariencia’, ‘miedos’, ‘falta de libertad ante el qué dirán’, ‘falta de transparencia y de verdad con nosotros mismos y con los demás’, ‘condicionamientos externos de todo tipo’ (condicionamientos sociales y culturales, pero también, por qué no, condicionamientos religiosos y morales)… ¡Cuántas cadenas, cuántas ataduras, cuántas prisiones! El Dios del Adviento quiere devolvernos la libertad, quiere devolvernos al camino de la verdad. Ojalá encuentre nuestra puerta, nuestro corazón y nuestra vida abierta de par en par.
No lo olvidemos: “El Dios humano es la puerta que nos libera al mostrarnos un amor verdadero”.
¡Que así sea!