Lunes 1º de Abril del 2019 – Evangelio según San Juan 4, 43-54

viernes, 29 de marzo de
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Jesús fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen».

El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera». «Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús.

El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y la anunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. «Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre», le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y entonces creyó él y toda su familia.

Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

 

 

Palabra de Dios

 


P. Héctor Lordi sacerdote de la orden de San Benito

 

Jesús en Caná, donde había hecho el primer milagro de convertir el agua en vino, hace otro signo curando al hijo del funcionario real de Cafarnaúm. De nuevo aparece un extranjero con mayor fe que los judíos. Nos dice que el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino.

La peregrinación de Jesús hacia la muerte y la resurrección está sembrada de hechos donde comunica a muchos: salud, vida, y alegría.

Los cristianos vamos caminando hacia la Pascua. Pero no somos nosotros los protagonistas de lo que quiere ser esta Pascua. No somos nosotros los salvadores con nuestros esfuerzos. Dios es el protagonista. Es él quien tiene las riendas. Es Dios quien actuó con su Hijo Jesús, cuando lo resucitó. También es El quien quiere llevar a cabo en nosotros y con nosotros una nueva creación.

Es Dios quien desea que esta Pascua sea una verdadera primavera para nosotros, incorporándonos a su Hijo. Porque el que está en Cristo es una nueva creación, pasó lo viejo, y todo es nuevo. Dios en Jesús quiere transformarnos a todos y hacernos hombres nuevos.

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y liberarnos de toda tristeza y de toda esclavitud sanándonos y perdonándonos todas nuestras faltas que nos angustian. Si tenemos fe en el actuar de Dios se producirá un cambio. Si tenemos fe a Dios y en Dios, El va a actuar. Tenemos que acudir a él y abrir nuestro corazón con confianza. Vayamos a lo pobre si queremos de veras que nos cure. Cada uno sabe de qué enfermedad nos tiene que curar.

Presentemos a Dios nuestra enfermedad física, síquica o espiritual, y dejemos que nos llene de su vida. Jesús en esta Pascua nos quiere renovar. Cuando nos disponemos a acercarnos a la mesa de la eucaristía decimos siempre una breve oración llena de humildad y confianza: no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Es la misma actitud de fe del funcionario del evangelio. Y esa debe ser nuestra actitud en este caminar hacia la Pascua. Nadie es digno, pero acudamos con confianza. Su palabra es viva, eficaz y creadora. Es también sanadora y salvadora. Nos recrea, nos sana y nos salva. Qué en esta Pascua todos seamos recreados, sanados y salvados por Jesús, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.