En el ejercicio de hoy, San Ignacio nos va a invitar a hacer una doble contemplación: por un lado Jesús, el Rey Temporal, con su propuesta; y por el otro, el caudillo Lucifer con sus engaños.
En la primer semana, pedíamos gracia de “verguenza y confusión de mí mismo” y “arrepentimiento y diferenciación del pecado y su mecanismo de malicia”. En esta segunda semana pedimos el interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, porque es ahí donde aprendemos a distinguir lo que Dios nos pide, con la elección y reforma de vida.
En este camino de seguimiento de cerca, paso a paso, de Cristo en el que estamos tratando de profundizar, Ignacio nos invita a que nos detengámos. Antes de seguir avanzando, nos invita a que pensemos y reflexionemos, contemplando que existen en el mundo y en la Iglesia dos estilos: una la del evangelio, la del Reino de Dios que nos viene a traer Jesús; y por otro lado el enemigo de la naturaleza humana, el aliado del mal que va a buscar con los mejores propósitos que lo sirvamos a él y no a Dios. No se puede vivir la vida cristiana sin sabiduría ni discernimiento. ¿Estaré sirviendo a Cristo o con las imagenes más lindas me estoy sirviendo a mí mismo y a mi egoísmo? ¿Cómo darme cuenta? San ignacio nos propone la contemplación de las dos banderas. Una de Cristo y otra de Lucifer, lo aparentemente luminoso que me engaña.
Las dos banderas: Cristo y Lucifer
Jesús es transparente, no tiene vueltas, está en un campo abierto y sencillo. La vida tiene complejidades, pero Él es bien claro y sencillo, no es rebuscado. El amor es muy simple, aunque dificil de llevar cuando nos llenamos de inquietudes y deseos y queremos hacer de dioses. Esta bandera de Jesús se opone a la bandera de Lucifer, que está en una cátedra de fuego y humo, sembrando confusión y engañando. “Estoy dividido, hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que quiero” dice San Pablo expresando esta realidad. Cristo quiere vencer y nos invita a seguirlo, mientras el mal quiere sacarnos del camino y destruirnos.
Ambas realidades se dan en nosotros, y es momento de elegir. ¿Cuál bandera, a qué lider quiero seguir? Antes de elegir es necesario saber diferenciarlos.
Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo…. y a la vez también, conocimiento de la vida verdadera, la de Cristo, y gracia para imitarlo. No es disfrazarme de nada, sino seguirlo en mi vida concreta. Sabiduría implica trabajar y trabajarse, no dejarse engañar ni ilusionarse con cosas fáciles y mentirosas. Ignacio nos advierte de este y otros detalles.
El llama a un capitán como jefe, a éste Rey con el poder del amor que nos había propuesto antes. El otro se esconde, se disfraza y se presenta como algo bueno y valioso pero que nos engaña. Ignacia nos mete en esta dinámica, y es importante que nos dejemos llevar por las palabras, que nos conectan con imagenes de situaciones que vivimos. No hay que echarse culpas, sino crecer en ese conocimiento, en las estrategias con las que el mal nos ata. Y también descubrir los modos que tenemos que nos llevan a Cristo.
El caudillo
¿A qué nos llama este caudillo disfrazado de luz? “Codicia de riquezas” dice Ignacio, porque en su tiempo la riqueza era el eje de todas las dificultades de la iglesia, y quizás hoy también lo sea, porque todos codiciamos poder, afectos, reconocimientos, honor, y son cosas pequeñas que terminan siendo complicaciones bien grandes. Creemos que la vida se centra en algo que hay que poseer; primer engaño.
El segundo engaño es la vanidad, que las necesidades de nuestro yo o los miedos que nos impulsa, sentimientos de abandono que tenemos, hacen que nos defendamos y hagamos muchas vueltas para no ser nosotros mismos, miedosos de perder, de que se nos rechace. En cambio ser otra cosa. La vanidad más se busca a sí mismo, menos es sí mismo.
El tercer escalón es la soberbia. No cualquier cosa es soberbia, es sutil y profunda, es no dejarse amar. “No necesito ayuda”, “no necesito amor”, y ahí donde el amor se ofrece como el camino. Es el disfraz que a veces la buena educación, nos va haciendo perder el valor y el centro de lo más importante para llenarnos de pequeñas cosas que le damos más crédito.
Jesús, el Rey Eternal
Jesús nos propone lo contrario: frente a esta codicia, pobreza espiritual y material. Pobreza significa aceptar pocos medios, aceptar que mis límites me sobrepasan, que tengo talentos que no tengo que esconder. Me ayuda a ubicarme en mi lugar, a no perder los límites ni horizontes.
Frente a la vanidad Jesús nos propone aceptar las humillaciones y menosprecios. Aceptar estas oportunidades donde nosotros no somos estimados, y donde nuestra imagen queda en duda y se dan tantas situaciones a veces injustas y no estamos en el mejor de los lugares. Hay que aprovechar todo eso, dice Ignacio. “Felices los que son perseguidos por mi causa”. Este es el camino que vivió Jesús, nos da el ejemplo con su propia vida. Estos menosprecios que la vida nos da, quizás en nuestra propia casa, con momentos donde nos sentimos mal. Lo mismo cuando tenemos que reconcoer nuestros fracasos o la imagen se nos cae a pedazos porque la realidad no es lo que creíamos, también son humillaciones. Nos hacen estar más cerca del reino.
Frente a la soberbia nos presenta la humildad. La humildad es lo que somos, lo que puedo hacer hoy aquí y ahora, mis pobrezas y mis aciertos. Humildad es ver la grandeza y la belleza de las cosas más simples. Por eso es tan difícil y a la vez es la madre de todas las virtudes una vez que la comenzamos a vivir. Cristo es nuestro modelo, y tantos santos que han sabido vivr en su bandera nos dan el ejemplo. Por eso es bueno acordarse de los santos, nos dan aliento de que es posible.
Las dos banderas a la luz de los evangelios
Además de la contemplación nos vamos a ayudar con pequeñas frases que nos ayuden a reflejarlas en nosotros. Dejar que la imagen nos lleve y se conecte con rostros, situaciones personales, etc. Porque las estrategias del mal se nos entremezcla en el corazón sin que nos demos cuenta, en medio de nuestras cosas y en el modo en que vivimos.
Mt 19, 21 – El joven rico. Aquel que quería ser bueno y era bueno. Cumplía los mandamientos, pero se fue triste porque prefería las riquezas antes que seguir creciendo. Cuántas trabas tenemos para ir más allá, cuántas maneras de defender nuestra mediocridad. Nos escapamos a algo más cómodo y vanidoso. Esta lectura es símbolo de muchas situaciones que nos perdemos en nuestra vida por no dar lo mejor.
Jn 5, 41 – Cuando Jesús reclama a los fariseos que siguen la gloria propia y no la de Dios. Ellos creen manejar y saber todo lo referido a la fe. Practican con buena intensión, pero manipulan a los demás y se refugian en las formas para no arriesgarse ni ir más allá. No pueden reconocer que Dios hace muchas cosas a veces incomprensibles. No aceptan a un Dios tan frágil, vulnerable y metido en las cosas de todos los días. Son los que buscan lo exquisito, los que resaltan la letra y la forma por encima del fondo. Son los que buscan su gloria, su forma de vivir a Dios. Usan a Dios para hacer lo que en verdad ellos quieren.
Mt 23, 1-7 – Jesús critica a los que buscan los primeros puestos. Nosotros también lo hacemos, en la apariencia y en lo de todos los días. No quedar nunca mal parado, llevarme siempre la última palabra, el no ceder a nada…. es un sentirnos seguros y tranquilos en ese primer puestito, antes de vivir en la conciencia de Cristo aunque eso me lleve al último lugar.
También hay evangelios que nos acercan a vivir a la manera de Jesús, nos marcan el rumbo:
Lc 14, 7 – “El que se humilla será ensalzado”. ¿Aceptás en Cristo tus humillaciones? La humillación es un golpe a la vanidad, no necesariamente a la persona. Masticar y saborear porque hay oportunidades de mi vida en que lo mejor lo voy a descubrir en eso que me humilla.
Mt 7, 13 – “Entren por la puerta estecha”. Eso que sentimos estrecho quizás sea la posibilidad de crecer. Quizás sea la estrechez que sentís frente a vínculos y actividades sea la oportunidad de ir por más, y la invitación de Jesús a seguirlo.
Lo importante es ir pidiendo la gracia de seguir a Jesús. Su camino se evidencia en lo de todos los días, por lo que necesitamos tener un corazón atento. Pedir gracia de conocer los engaños y también la verdadera vida, gracia de rechazar los primeros y seguir lo segundo.
Padre Fernando Cervera sj
Resumen del ejercicio
+ Ponerse frente a la mirada de Dios.
+ Pedir la gracia de la segunda semana: “Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y seguirlo”. Pedir gracia de conocer los engaños del mal y también la verdadera vida; aborrecimiento del mal y amor por el bien.
+ Hacer la contemplación de las dos banderas.
+ Coloquio con Jesús.
+ Exámen de la oración: ¿cómo quedé? ¿qué descubrí? ¿me sentí consolado o desolado? ¿aparecieron tentaciones?. Tomar registro escribiendo lo que pasó.