Jesús nos invita a caminar en este misterio oscuro y doloroso, que no tiene tanto discurso, sino que hay que transitarlo con Él, acompañándolo. Nos cuesta meternos en la pasión con Él, a nadie le gusta sentirse impotenta e inútil, sentirse rechazados…. Ese es el camino personal que tenemos que hacer con Jesús.
Ya estamos transitando la tercer semana de éstos Ejercicios Ignacianos. En la primera semana caímos en la cuenta de que necesitamos hacer reforma de vida; en la segunda es tiempo de elección, de descubrir lo que Dios quiere y elegirlo, y en esta tercera semana es para consumación de esa elección.
En este recorrido de la pasión, Ignacio nos dice que nos metamos a fondo con todo el corazón y todo el alma en este gran misterio de Dios que removió el mundo hasta el fondo, que tantos nuevos trazados generó para quienes crean o no. Hace más de 2mil años este suceso tan poco elegante, transformó el mundo. Ese hecho si aconteciera hoy no nos llamaría la atención. La cruz es el eje del mundo, y para los cristianos tiene que ser el centro de nuestro mundo. En Él, los dolores, la muerte, las enfermedades y sobretodo el mal cobran un sentido diferente. Y con la resurrección mucho más, incorporaremos un nuevo modo de sentir y vivir. En cada humano acontece de un modo diferente, y éste misterio va sucediendo en lo nuestro de cada día.
En la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” dice Francisco en el 269 dice que “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos con una profunda atención amorosa: «Jesús lo miró con cariño» (Mc 10,21). Lo vemos accesible cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10,46-52) y cuando come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19). Lo vemos disponible cuando deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15). La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad”
La cruz, nos dice entonces el Papa, es el signo más fuerte y culminante. Si vivís la cruz llegás a ese punto donde Jesús da lo mejor y eso te ayudará a tener más compasión y cercanía con los que lloran y los que rien y no por obligación sino con profunda alegría. ¿Quién diría que la cruz puede traernos como fruto más profundo la alegría del evangelio?
Jesús nos invita a caminar en este misterio oscuro y doloroso, que no tiene tanto discurso, sino que hay que transitarlo con Él, acompañándolo. Nos cuesta meternos en la pasión con Él, a nadie le gusta sentirse impotenta e inútil, sentirse rechazados…. Ese es el camino personal que tenemos que hacer con Jesús
Pedro, el amigo de Jesús
Hoy los invito a que busquemos el recorrido de Pedro y el de María, dos íconos de Iglesia, que nos ayudan y nos iluminan. María permanentemente con toda la fuerza que la iglesia ha sentido desde siempre con ella, que nos lleva a Jesús. Pero también aparece fuertemente la imagen de Pedro, no como Pontífice, sino como discípulo cercano de Jesús que hace todo su recorrido.
Jesús ha delegado en Pedro la función de pastor de “confirmar a sus hermanos”, pero además ser un poco la imagen del recorrido del cristiano. De Pedro es de quien más tenemos detalles en los evangelios después de Jesús. Estuvo en los momentos más importantes: además de su hermoso llamado, su iniciativa de ser buen amigo, de confesar quien es Jesús para él (Mt 15, 15); su confianza para decir “¿Señor a donde vamos a ir si sólo tú tienen palabras de vida eternas?, un Pedro que se anima a caminar sobre el agua, un Pedro que llora, un Pedro que se resiste a que Jesús le lave…. Un Pedro que se anima a decir cosas que quizas los otros no. Un Pedro que ha compartido la transfiguración de Jesús donde Él le muestra su divinidad.
Es como si Pedro hubiera hecho ejercicios ignacianos, Él hizo todo el recorrido de Jesús, lo acompañó y vivió con Él, y hasta fue elegido por encima de los parientes de sangre de Jesús. Jesús puso la mirada en él: tu eres Pedro. No es ya Simón, sino Pedro alguien que tiene un camino y una misión en la vida y claramente un para qué.
Pedro tenía la confianza en Jesús David la tenía en Dios Padre. Pedro también es debil como David y torpe como todos nosotros, testaruro, impulsivo a veces, y otras veces generoso y nunca dejará de ser él mismo. Este personaje tan querible y tan cuestionador de nuestras vidas, tan elegido por Jesús. Nosotros también somos elegidos, y cada uno como es.
Pedro sigue sus afectos. Pedro cree, sin embargo no lo conoce. Se opone a que Jesús vaya a Jerusalén, le dice al como “No vamos a permitir que un amigo nuestro en el que confiamos le vaya mal. En lo que a nosotros nos toca que no suceda”. Jesús le contestará bien fuerte “Aléjate de mí Satanás”, a su mejor amigo. Le va a hacer sentir que no entendió nada, que el mejor amigo puede jugar en contra, aparentemente. ¿No le pasará algo a este Jesús, no estará mal? ¿cómo va a querer ir a Jerusalén para perder si estamos para ganar?.
Pedro deberá aprender mucho, y la pasión será su escuela. Quizas nosotros también vivímos pasiones que nos enseñan con fracasos, golpes, enfermedades, situaciones duras, pérdidas y desgracias. De todas ellas hemos aprendido. Judas, por ejemplo, no pudo aprender, se quedó con su dolor adentro y se juzgó y castigó el sólo. A nosotros por ahí nos pasa lo mismo. Nuestros rencores también son un no perdón a nosotros mismos: no soporto no haber podido evitar, tolerar, aceptar.
Pedro tuvo la bondad de no acentarse en resentimientos contra sí mismo. Él lloró y se dio cuenta que no entendió nada. El estaba seguro que jamás negaría al Señor y sin embargo lo terminamos haciendo. Y a nosotros también nos pasa lo mismo. Esa es la pasión, descubrir que no somos lo que no podemos ser. No necesitamos disfrazarnos de autosufiecientes, todos tenemos frente a nosotros nuestro ser pecador. Nadie puede levantar el dedo, y Pedro lo hizo muchas veces, sin embargo él mismo lo traicionó. En cierto modo es como Judas, él dice ser el amigo y al final también lo entrega y niega. Con la impotencia de este Dios débil, tocó su propia impotencia. Pedro lloró amargamente, dejó que salieran todas sus cáscaras y se caigan. Para que el calor del dolor de Jesús le llegara a su corazón. Pidamos la gracia de conocer internamente el dolor que nos quebranata nuestro ego, nuestro orgullo, lo que creemos ser.
El Cristo lastimado, arrodillado en el suelo con la cruz al hombre, el atado al posto, no es más que nuestro quebrando que intentamos disimular y sin embargo es lo que somos. Pidamos a Pedro que nos ayude en este camino que él vivió en su propio ser. Es un camino de cruz que nos mueve todo, pero es lo mejor de Jesús y a través de ella aparece la alegría. Hay que vivir el via crucis que nos toca. Podemos estar confundidos y temerosos como Pedro, pero nos animemos a estar más cerca en la oración de este Jesús silencioso que pasa a nuestro lado. Nos animemos a llorar como Pedro, si es necesario. Dejémonos tocar por el amor sanador del Señor en lo más profundo del alma. Lo importante es que esté sanado el orgullo que es mucho más dificil, las emntiras, que renunciemos a las magias que le proponemos a Dios.
María al pie de la cruz
Se lo vamos a pedir a María que es la otra imagen que nos acompaña en la pasión. Ella que ya conocía algo de la sombra sin entender mucho, que le habían dicho al principio Simeón que “una espada atravesará su alma porque este niño es signo de contradicción”.
María vive esa contradicción como todas las madres cando suceden hechos que salen de su contrtal que tiene que ver con el crecimiento de los chicos. Se pierde en el templo, después anda buscando discípulos y hace su vida lejos de los cánones más comunes. Jesús dice que sus verdaderos parientes no son los de sangre sino los que cumplen la voluntad del padre. En las bodas de caná…..
María no entiende mucho a Jesús, no es el hijo más comun. Ella no tiene estudios pero si cuenta con la sabiduría que le da la fe: “Si Dios estuvo conmigo siempre lo seguirá estando….” Como dice en las bodas de Caná “hagan todo lo que Él les diga”. María acepta el desgarro. No hay dolor más grande de una madre como el que vive María. Ella no sólo pierde a su hijo sino que además es una creyente, alguien que sigue a Dios de cerca, “medita esas cosas en su corazón”. Por eso en María no es solamente la tragedia de una madre que pierde a su hijo, sino una creyente que es desafiada sacudida en su fe más profiunda: ¿dónde está promesa del Padre?.
María escucha en silencio, acepta. Ella lo recibe a Jesús a cuando lo bajan de la cruz, y con Él a los discípulos de su Hijo convirtiéndose en Iglesia. ¿Cómo recibir una misión así en un momento tan duro? María que se anima a la fecundidad en su momento más doloroso, cuando la desesperación y el vacío debiera ser su única respuesta, ella pone su disponibilidad en silencio y sin entender. Desde su fe, que alimenta todos los días. Ella vive la vida con toda su crudeza y la continuará viviendo.
Perdiendo a su hijo amado se abre a la familia más grande, la Iglesia, y los sigue acompañando desde esa experiencia. Ella está ahí donde todo comienza de nuevo. María tiene que estar presente cuando no entendemos nada, cuando no le encontramos la vuelta, cuando las cosas nos ahogan…. nos tenemos que dejar visitar por María en este momento, como cuando visitó a su prima Isabel. El gozo de ayer es la fe de hoy en la vida espiritual, por eso San ignacio nos invitá a guardar en el corazón las consolaciones para que sirvan en los momentos de oscuridad.
El Magníficat de María se hace hoy un lamento con la misma fe aunque con una situación muy diferente, sin embargo no ha perdido nada de su fuerza. Por eso María es maestra de la fe y madre de este pueblo de Dios. Lo demás lo veamos con ella, no hay mejor maestra, la aocmpañemos como la Magdalena, somos también nosotros discípulos. María al pie de la cruz es el gran signo y la gran palabra, la gran respuesta a nuestras preguntas más dicífiles.
María te acompañe en éstos para seguir contemplando esta pasión, buscando la pasión y dejándonos sacudir. Si no sentís nada, no te asustes, es una reacción comun de rechazo, pero lo importante es intentarlo. Que la Virgen, Nuestra Señora de los dolores, nos acompañe y nos conduzca cerquita de este vía crucis a nuestro camino de resurrección.
Padre Fernando Cervera sj
Resumen del ejercicio
+ Ponernos frente a la mirada del Señor
+ Pedir gracia de “Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo que por mis pecados va camino a la cruz”.
+ Contemplación: acompañar a Jesús que va camino a la cruz. Mirar a Pedro y a María
+ Coloquio
+ Exámen de la oración