Cuarenta días y cuarenta noches,
para acercarme más a menudo a tu silencio.
para postrarme ante Ti y
escuchar tu Palabra todos los días.
para sentir hambre y sed de Ti,
de transformación y de liberación.
para darme cuenta de todo cuanto me esclaviza.
para dar un paso significativo de conversión a Tu voluntad.
para aprender a ser pobre,
a vivir desde el “no-tener” y el “no-poder”.
para aprender a vivir de un modo más simple
y a reír como un niño.
para asimilar la buena noticia de que
soy un hijo amado del Padre.
para disponer el corazón a celebrar,
cuando nos llegue la Luz de la Pascua,
que no somos un caso perdido y que la Vida,
el Perdón y el Amor del Padre siempre triunfan
sobre el pecado y sobre la muerte.
Maria Concepción Lopez -PDDM-