Miércoles 3 de Abril del 2019 – Evangelio según San Juan 5,17-30

lunes, 1 de abril de
image_pdfimage_print

Jesús dijo a los judíos: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”.

Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.

Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán.

Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.

No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

 

Palabra de Dios

 


P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

La cuaresma es un tiempo donde estamos invitados a no bajar los brazos. Vos fijate que cada domingo nos viene dando la clave de la semana. Allá por el primer domingo de cuaresma la Palabra nos invitaba a la oración, el segundo a la esperanza, el tercero a la paciencia y esta semana a la reconciliación. Es todo un camino y es lindo poder entrar en esta lógica de misericordia que tiene Dios con cada uno de nosotros.

El pasaje del evangelio que compartimos hoy, Juan capítulo 5, del 17 al 30, nos muestra la respuesta que el Señor da a quienes lo criticaban por haber realizado una curación en sábado. Una vez más Jesús invita a ir a lo esencial a lo más importante de lo más importante: Él y su Padre, son uno. Tratemos de meditar un poco para ir llevando la Palabra a nuestro andar cotidiano.

En primer lugar, hacé tu esfuerzo. Dice Jesús en el evangelio “mi Padre trabaja y yo también trabajo”. Qué importante esto del trabajo, del esfuerzo. Dios trabaja, se preocupa y se ocupa. Vos y yo también estamos llamados a esto, a trabajar en nuestra vida de fe. Es cierto, es todo gracia, pero tenemos que poner de nuestra parte. Cuántas veces nos quedamos sin hacer nada, ¿no? Como esperando todo de arriba. Es como aquel joven que va a rendir un examen y pide que recen por él, le prende una velita a San José de Cupertino, reza, reza y reza, pero, no toca un libro. Y sí, el Espíritu Santo no va a estudiar por vos. Por eso hay que ocuparse. Rezá como si todo dependiera de Dios, pero trabajá como si todo dependiera de vos. Tené fe y no te preocupes. Acordate que el Señor no vino a ser servido sino a servir. La fe es un camino de subida permanente: cuando frenás, retrocedés. Qué lindo esto del trabajo porque nos hace ver cómo Dios no es estático, sino todo lo contrario. Encontrarle el sentido a esto significa que vos y yo no nos podemos quedar dormidos: hay que trabajar para Dios, poner esfuerzo, no quedarnos solamente en el exigir, sino más bien, ofrecer lo que somos para buscar siempre el bien. Cuidate de no caer en el “desempleo espiritual”. Quedate tranquilo, que con Dios nunca te va a faltar para hacer.

En segundo lugar, viví la intimidad con Dios. Hay que buscar el vínculo de amor con Dios. Como el Padre está unido al Hijo, estamos llamados a vivir esa unidad con el Padre. Buscarlo siempre a Jesús, porque el Hijo da vida a quien Él quiere. ¿Quién de nosotros no necesita vida? Pero vida en serio, vida bien gastada, sonriente, en armonía, en alabanza, con paz, con gozo profundo. Dejate llenar de la vida de Dios. ¿Y cómo se hace eso? El Señor nos da una pista: “Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida”. Escuchar y creer, las dos claves. ¿Querés la vida de Dios en vos? Bueno, escuchá y creé. ¿Estás trabajando en esto? Lindo propósito para hoy. Si hoy estás viviendo de manera chata, sin proyecciones, sin sentido, si no podés salir de tu tristeza, pedile al Señor la gracia de poder aceptar su vida en tu vida y anímate a confiar en Él, porque Dios no juega a las escondidas con vos. Acordate que cuando conocés a Dios la vida se te transforma porque ves todo con una mirada diferente.

Que tengas un buen día y la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.