¿No sabés qué decirle a Jesús? Escuchá lo que Él tiene para decirte a vos…

sábado, 1 de febrero de
image_pdfimage_print

Te basta estar conmigo.
Es todo cuanto te pido.
No pretendo subidos pensamientos,

ni desbordes emocionales,
ni que armes frases bonitas.
Sólo te pido que permanezcas conmigo.

Necesito tu compañía ahora mismo,
tanto como necesité la compañía
de Pedro, Santiago y Juan
en Getsemaní.
Ellos se durmieron, es cierto, pero Yo los sabía allí,
y su sola presencia
era consuelo para mi agonizante Corazón.

Temes las distracciones, la divagación,
y los pensamientos zonzos;
estos no me ofenden,
pues no son más que moscas
zumbando en el fondo.
Yo estoy atraído por tu presencia ante Mí.
¿Te perturba que diga semejante cosa?
Es que estoy absorto por ti:
mis ojos reposan sobre ti; mi Corazón es todo tuyo;
te estoy escuchando atentísimo;
y todo mi foco está concentrado en ti,
cuando vienes a buscarme.
Créeme que Yo estoy completamente fascinado por ti,
y pronto estarás tú completamente fascinado por Mí.

Te hablo aquí usando palabras humanas,
empleando el idioma de la amistad, del afecto, del amor.
Estoy presente aquí 
con toda la sensibilidad y ternura de mi condición humana.
Estoy aquí ofreciéndote mi amistad,
dispuesto a pasar tanto tiempo contigo
cuanto tú estés dispuesto a pasar conmigo.

Te quiero cerca:
tan cerca como Juan lo estaba cuando, en mi última Cena,
apoyó su cabeza sobre mi pecho.
Una plegaria como ésta no puede ser calculada o medida
en términos de minutos y horas.
Es lo que es y es así en tanto permanezcas en mi presencia.

Aun cuando el tiempo de tu adoración haya terminado, 
Yo permaneceré contigo.
Estoy en ti, todo atento a ti, todo amante,
listo en cada instante para entrar en conversación contigo,
para fortalecerte ante la tentación,
para confortarte en tus penas,
para ser una luz en tus tinieblas.

Requiere tan sólo un poco de fe
darse cuenta que uno nunca está solo,
y percibir mi presencia,
mi disponibilidad a comunicarte a Mí mismo sin palabras,
por una infusión de mi gracia.

Aprovecha lo que te estoy diciendo ahora
para confortar a otros que luchan en su plegaria, 
a los que consideran difícil y ardua la oración, 
y cosa excepcional en la vida de la gente común.
Puesto que para el hombre que busca mi Rostro 
y desea descansar sobre mi pecho,
Yo hago de la oración algo muy simple:
silente, apacible, purificante, y divinamente provechoso.

Un monje benedictino irlandés

 

Mili Ortiz