Diálogo entre Judas y Jesús

domingo, 13 de abril de
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En sus «Diálogos de Pasión», José Luis Martín Descalzo imagina una serie de diálogos que Jesús mantiene con los personajes de la pasión antes de que ésta comience, y cierra la serie con dos diálogos con Satanás y con el Padre. 

 

Hablan Judas y Jesús

Judas: Que llegarían esta hora en la que nos encontraríamos con las almas al puño, hace tiempo lo supe. Tal vez si te he seguido fue sólo por esperar este momento. Yo nunca me he creído que tú fueras un dios; mas te respeto: eres uno de los pocos humanos dignos de ser odiados. Entre la patulea de tus seguidores tú destacas como una montaña de alabastro.

Y te habría seguido hasta el final si no fuera por esa mezcla de mediocridad y grandeza que te caracteriza.

¿Pero a quien se le ocurre elegir gente como nosotros para una empresa como la que sueñas? Es querer levantar un palacio con hormigas. 

Jesús: Una empresa de hombres con hombres ha de hacerse. 

 
Judas: ¿Hombres? Ese es tu problema: que jamás has sabido lo que sea un hombre. Si realmente fueses Dios entendería mejor esa ignorancia pero, si has salido de nuestra raza humana, ¿cómo crees que alguien así puede construir tu famoso reino de los cielos?

El hombre -si El estuviera aquí tendría que confesarlo- le salió mal al cielo: en la mezcla del animal y el ángel uno devoraría al otro alternativamente. ¿Cómo puede dársele libertad a una bestia cuyas tripas sólo piensan en la felicidad?

¿Por qué le extraña ahora la violencia, las envidias, el odio, si construyó el edificio humano sobre el egoísmo? Es hacer una hoguera y querer que no arda, fabricar una rueda de molino y esperar que no ruede.

¡Ah, si necesita hacerse un reino de los cielos tendrá que inventarse una raza distina! Y…¡ahora vienes tú, soñando salvaciones, creyendo que los parches de unas cuantas palabras curarán tanta muerte!.

Jesús: Es que es otra muerte lo que traigo, no palabras. 

Judas: Una muerte puede ser tan estéril como un discurso. Cuando estés encharcado de sangre descubrirás que no es más que un líquido de distinto color.

Y tú no habrás vivido ni muerto o habrás hecho dos tareas inútiles.

Yo te ofrecí, al menos, llenar tu vida de sentido. Pero creíste que yo era el traidor.

Jesús: Lo fuiste. Yo te elegí para unas tareas. Y aceptaste. Sólo que, luego, has querido encajonar mi obra en tu capricho.

Judas: No en mi capricho: en mi conocimiento de la realidad. Yo sé qué quiere el hombre. Y quiere pocas cosas. ¡Pues démoselas! 

Quiere libertad, mas no esa interor de la que tú le hablas, quiere la libertad de hacer cuanto le gusta sin que nadie le ponga un pie en la garganta. ¡Pues librémosle de los romanos ya que nunca sabremos librarle de sus miedos interiores!.

Quiere carne, quiere revolcarse en brazos de una mujer hermosa, pues démosle los kilos de carne que precise.

Quiere dinero, poder, un dios a su servicio por si llega el dolor, quiere vivir sin demasiados sudores, sentir llenar su tripa, soñar sueños hermosos. ¡Todo eso puede dársele!

Unos pocos con un poco de cólera y unas cuántas espadas podemos conseguir esas cosas, sobre todo teniendo un jefe como tú que, con hermosos gestos y palabras, puede llegar allí donde no llega la esperanza. Por eso te seguí. 
 
Nunca pense que fueras el salvador del hombre pero si su hipnotizador, el fakir que conoce los trucos necesarios. El hombre está más muerto que sus muertos, pero aún le queda la esperanza para creer que el mundo puede cambiar un día.
¿Y no pudiste ser tú ese líder soñado, inútil, pero igualmente engendrador de sueños? ¿No has podido darles lo que ellos esperan: una mentira hermosa por la que valga la pena vivir?
 
 
Jesús: No, Judas. Yo soy la verdad, el camino, la vida.

Judas: Ese juego de palabras demuestra cómo eres: si eres la verdad, serás también el desastre y la muerte.

 

Jesús: ¿Y que sabes tú de desastre y de muerte, Judas, amigo mío?

 
Un desastre es malgastar la vida, creer que has luchado por algo y encontrarte las manos cubiertas de ceniza y de la sangre de los que cayeron en nombre de tu engaño.
 
¿Y morir? ¿Qué es realmente morir sino hacerlo sin que nadie te ame, o, lo que es peor, sin haber amado realmente a nadie?
 
 

Judas: Pero eso es, precisamente, lo que a ti va a ocurrirte: en torno de la cruz no habrá otra cosa que risotadas.

 
Jesús: En mi cruz habrá amor en todo caso y no estoy seguro de que haya lo mismo en tu soga y tu árbol.

 
Judas: ¿Mi soga? ¿Mi árbol?

 
Jesús: Judas, déjame anticiparte un secreto: tú y yo moriremos los dos el mismo día y a la misma hora. Mis manos tendrán sangre, pero las tuyas apretarán treinta monedas ardiendo. Morirás carbonizado por ellas.

Judas: Ahora juegas con trampas, adivinador.

Jesús: No. Te lo digo ahora que aún es tiempo, te digo que la noche te espera, pero que tú puedes no entrar en la noche. Te digo que aún te amo, amigo mío.

 
Judas: No te has el generoso ahora. No me gustan las gentes que me acarician. De niño no podía soportar los abrazos de los míos.

Si he de hundirme en algo es cosa que tengo que hacer solo. En el bien y en el mal seamos dignos los dos. Sigamos cada uno nuestro camino.

Al fin y al cabo ¿no dices que los dos llevan al puerto de la muerte?. 

 
 
Jose Luis Martín Descalzo,
extraido del libro Diálogos de Pasión

 

Milagros Rodón