Habla el alma y Nuestra Señora. Al salir de la Ciudad Santa, antes de empezar la Via Dolorosa
Al confín de la Ciudad
espero a la Madre Santa.
No quiero subir calvarios
sin la luz de su mirada.
Si no viene Ella conmigo
no cargo cruces pesadas;
que la madre es cirineo
cuando gime el alma humana.
Oh, Madre de la agonía,
Virgen doliente y callada,
¿cómo podés soportar
tanto peso a las espaldas?
Porque a Vos te tengo yo
para restañar mi llaga,
pero Vos, ¿a quién tenés
en esta calle tan larga?
(…)
Camina la Virgen firme
y con su mano me arrastra.
«En el dolor, no lo olvides,
no muera tu confianza.
Del sepulcro tengo llave
-dice la Virgen que aguarda-.
Hasta el alba del domingo
me dijo que le esperara.
Si tú le esperas conmigo,
el domingo en la mañana,
verás que no hay imposible
que no pueda su Palabra».
Francisco Javier Carrión Armero, LC
en “Venid, almas a mi huerto”