Debemos tener en claro lo siguiente:
NO PUEDO CONFIAR EN LOS DEMÁS SIN CONFIAR ANTES EN MI MISMO.
NO PUEDO VALORAR A LOS DEMÁS, SIN ANTES VALORARME A MI MISMO.
NO PODRÉ CREAR LAZOS CON ALGUIEN SI NO QUIERO Y NO LOGRÉ CREARLOS CONMIGO.
El Arte de “comprender la Vida” exige, necesariamente, el Arte de valorarla.
Soy un misterio del Amor de Dios, inconfundible y único; pensado y creado para la felicidad.
¿Porqué entonces vivo insastifecho?
¿Por qué no puedo alegrarme con lo que soy, con la vida que brota de mí, con las infinitas posibilidades de realización que cada día me ofrece?
Todavía no llegué a quererme. Tal vez esta sea la verdad…
No sé gustarme de mi mismo. No sé amarme.
Y esto no es bueno…
Si la medida del Amor hacia los demás debe ser la medida del Amor que me tengo ¿Cómo podré amarlos, sino me quiero?
“AmaráS a tu prójimo como a ti mismo” , dice Jesucristo.
Y si no me gusta lo que es mío,
si no me gusta lo que hago;
¿qué posibilidades tendré de Amar a mi prójimo,
de Amar lo que es suyo,
de apreciar lo que hace?
Leí en un escrito sobre la Vida, una frase que guardo para siempre:
Es verdad que tengo poco,
pero me gusta lo poco que tengo.
¡Es eso, amigo!
EL AMOR LOGRA QUE LO POCO SEA SUFICIENTE…
C. Schmitt