Deseo vivir y morir en ella

sábado, 26 de julio de
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Por todo ello espero encontrarme siempre en ella como en un hogar caliente. Y deseo -con la gracia de Dios- morir en ella como soñaba y consiguió Santa Teresa. Y ése será mi mayor orgullo en la hora final.

 

Ese día me gustará repetir un pequeño poema que escribí hace ya muchos años, siendo seminarista; un poema muy malo, pero que conservo como era porque creo que expresaba y expresa lo que hay en mi corazón:

 

Amo a la Iglesia, estoy con tus torpezas,

con sus tiernas y hermosas colecciones de tontos,

con su túnica llena de pecados y manchas.

Amo a sus santos y también a sus necios

amo a la Iglesia, quiero estar con ella.


Oh, madre de manos sucias y vestidos raídos,

cansada de amamantamos siempre,

un poquito arrugada de parir sin descanso.

No temas nunca, madre, que tus ojos de vieja

nos lleven a otros puertos.


Sabemos bien que no fue tu belleza quien nos hizo hijos tuyos, 

sino tu sangre derramada al traemos.

Por eso cada arruga de tu frente nos enamora

y el brillo cansado de tus ojos nos arrastra a tu seno.


Y hoy, al llegar cansados, y sucios, y con hambre,

no esperamos palacios, ni banquetes, sino esta

casa, esta madre, esta piedra donde poder sentarnos.

 

 

José Luis Martín Descalzo 

Fragmento del artículo “Razones para amar a la Iglesia”

de Razones para el amor

 

Milagros Rodón