“Todo para mayor Gloria de Dios”, esto decía San Ignacio indicando la gran razón de su vida. Nació en Loyola, España y fue el fundador de la Compañía de Jesús.
De joven soñaba con ser militar, que su nombre y sus hazañas fueran reconocidos en todo el mundo. Sin embargo, a los 31 años, cayó herido de ambas piernas en una batalla por una bala de cañón. Fue trasladado a Loyola para su curación y soportó valientemente las operaciones y el dolor. Estuvo a punto de morir y terminó perdiendo una pierna, por lo que quedó cojo para el resto de su vida.
Durante su recuperación, quiso leer novelas de caballería, que le gustaban mucho. Pero en el castillo, los únicos dos libros que habían eran: Vida de Cristo y Vidas de los Santos. Sin mucho interés, comenzó a leer y le gustaron tanto que pasaba días enteros leyéndolos sin parar. Se encendió en deseos de imitar las hazañas de los Santos y de estar al servicio de Cristo. Pensaba: “Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, también yo puedo hacer lo que ellos hicieron”.
A los 32 años, salió de Loyola con el propósito de ir peregrinando hasta Jerusalén. Se detuvo en el Santuario de Montserrat, en España. Ahí decidió llevar vida de oración y de penitencia después de hacer una confesión general. Vivió durante casi un año retirado en una cueva de los alrededores, orando.
Tuvo un período de aridez y empezó a escribir sus primeras experiencias espirituales. Éstas le sirvieron para su famoso libro sobre “Ejercicios Espirituales”. Finalmente, salió de esta sequedad espiritual y pasó al profundo goce espiritual, siendo un gran místico.
San Ignacio mantuvo la fe de sus seguidores a través de conversaciones personales y con el cumplimiento de unas sencillas reglas de vida, incluídas en los “Ejercicios Espirituales”, gran legado de San Ignacio a la vida de la Iglesia. Éstos ejercicios siguen siendo un gran instrumento de conversión y profundización en el encuentro con Jesús para hombres y mujeres de nuestro tiempo, y es utilizado por innumerables congregaciones religiosas.
Por intercesión de San Ignacio, te pedimos Señor discernir el camino que nos invitás a transitar, para que lo que realicemos en este mundo sea para mayor Gloria tuya.