Al pintor le gustan los colores, al escultor le gusta la madera, al pianista le gusta cada nota. En su mano el material será transformado, exaltado para poder expresar el verdadero camino íntimo y único de la mirada del artista. Así el artista revela al mundo la verdad de este material, lo que esto es capaz de dar y ser.
Como artistas de los barrios y ambientes donde estamos, nuestro trabajo es revelar detrás de cada rostro encontrado -especialmente el de los más rechazados- y delante de cada acontecimiento, la verdadera belleza de cada corazón, a través de la amistad y la oración.
El arte traduce lo más profundo en el corazón del artista: la imagen del alma. Ni imita, ni repite sino que dice la aspiración original de Hombre al Infinito. La belleza finita de una pieza de arte muestra la sed del hombre por una Belleza Infinita.
Al acercarnos al sufrimiento, a la gente pobre, a los indigentes, aprendemos que el Hombre ha sido creado para ’algo más grande’ que su situación real.
Podemos pasar delante de una obra de arte y juzgarla de un vistazo, o podemos elegir pasar tiempo delante de ésta en una actitud de respeto, pidiendo la gracia de entrar en comunión con el artista. Entonces, incluso si nuestra inteligencia no entiende todo, nuestro juicio sobre ésta será diferente.
Con el sufrimiento sucede a menudo lo mismo, pues está fuera de nuestro entendimiento. Es por eso que nosotros preferiríamos pasar y no permanecer. Deseamos estar de pie delante de la realidad tratando de escuchar más que de hablar, tratando de aprender y no de enseñar, ofreciendo una pregunta más que una explicación. Entonces la realidad se nos dará tal como es. Entonces la cruz tomará la cara de una persona, entonces una comunión es posible, entonces la compasión es posible.
El arte revela la Belleza y por lo tanto revela la belleza de humanidad, la belleza del corazón.
Fuente: arg.puntoscorazón.org