Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.” El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”.
Palabra de Dios
P. Pablo Osow sacerdote de la Arquidiócesis de La Plata
Hermanos, en esta fiesta de la conversión de San Pablo, el gran apóstol junto a Pedro y columna de la Iglesia, nos acordamos hoy de personas que conocemos y quizás de nosotros mismos, de esas personas complicadas, con planteos, agresivas, que a veces van en contra del cristianismo, “que nos persiguen”, que nos hace muchas preguntas, que tienen argumentos a veces muy sólidos, que se ponen combativos… así era Pablo. Era ese muchacho inquieto que había estudiado mucho y sabía mucho, fariseo hijo de fariseo de la escuela de Gamaliel. Se dedicaba a perseguir a los cristianos.
Detrás de estas personalidades tan inquietas, agresivas o combativas, hay un deseo inmenso de descubrir algo grande. Son personalidades aptas para ser evangelizadas y tocadas por el amor del Señor. Ellos están buscando y el Señor los está buscando a ellos, ellos lo persiguen y el Señor los está persiguiendo a ellos. Y un día nos encuentra y nos toca el corazón, nos llama. Acá está nuestra decisión de creer y seguirlo o no. “El que crea y se bautice se salvará y el que no crea se condenará”. La fe es siempre una propuesta e implica entonces la libertad del hombre que dice que sí o que no. En el caso de San Pablo, como en el caso de muchas personas que conocemos existía esa inquietud.
Yo siempre digo que detrás de un no creyente, ateo o agnóstico hay generalmente un dolor, algo de la historia que no se resolvió. Algo que pasó y no se pudo elaborar desde la mirada de Dios. Entonces fue más fácil empezar a no creer, fue más fácil empezar a cuestionar y hacer preguntas o a negar al Señor. Muchas veces detrás de una rebeldía, negación o persecución, hay un dolor de algún escándalo que hemos sufrido en la iglesia, porque alguien nos hizo mal o nos trató mal, ya sea un cura o un laico o dirigente.
Vamos a pedirle al Señor un corazón blando e inquieto como el de Pablo y dispuesto a ser instrumento para evangelizar a las personas que a veces se nos presentan como casos difíciles. “Nada es imposible para el que cree” lo vemos claramente hoy en el Evangelio. Dios puede mover todas las cosas y hasta las más difíciles. Inclusive un corazón.
Que Dios los bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.