Escucha mujer, mujer de todos los días que andas en un activismo febril, en quehaceres más o menos importantes, envuelta en la rutina de tus trabajos y sumida en la urgencia de tus tareas.
Escucha, tú que estás nerviosa y ansiosa, agobiada por tu casa, por tu familia, por las muchas cosas que tienes que hacer, por lo mucho que hay que cambiar.
Escucha tú, mujer de prisas, rutinas y evasiones, que atropellas la vida, que tienes miedo de entrar en ti misma y te dejas envolver por las voces de la radio, de la televisión, de las conversaciones triviales.
Para, sosiégate, deja un momento tus ocupaciones habituales, entra un instante en ti misma, lejos del tumulto de tus pensamientos, arroja fuera de ti tus preocupaciones agobiantes.
Déjate envolver por la mirada de tu Dios, entra en el aposento de tu alma y descansa, aunque sólo sea un momento, entre sus manos.
Dile: “Busco tu rostro, Señor, no me escondas tu rostro, déjame encontrar mi ser más hondo a la sombra de tu presencia. Voy a esperar quietamente, sosegadamente, que en medio de mi silencio nazca tu Palabra”
Dolores Aleixandre