Dar la vida no es morir, sino vivir
de una manera determinada.Y ahí radica una nueva paradoja:
cuanto más te vacías, más lleno estás.
Por cada caricia que das sin esperar
contrapartida; Por cada abrazo con el que
buscas sostener a quien está abatido;
Por cada gesto que trata de aliviar al caído;Por cada trozo compartido de
pan, de paz, de palabra…
Uno sin buscarlo va encontrando sentido,
más Vida en su vida, más comensales
en la mesa compartida y más nombres en el corazón.
Y al fin descubres que el mundo – y de paso tu vida-
no gira alrededor de ti mismo.
Aprendes a no buscar una perfección estéril,
sino a acoger una fragilidad fecunda.
Aceptas aspirar a mucho, deseas seguir a
ese Jesús en el que ves encarnado
el Amor radical, y parecerte a Él,
porque eso sucede con quien se admira:
que la propia vida se va configurando
un poco con la de esa otra persona admirada…
José María Rodríguez Oláizola