Detenerme, contemplarte y dejarme contemplar
Señor, ayúdame a encontrar el equilibrio entre la contemplación y la acción,
entre mis propósitos y tu voluntad, entre la fe y la razón
y el corazón y la cabeza.
Ilumíname para callar cuando tenga que callar,
y para pronunciar palabras prudentes y discretas cuando tenga que hablar;
solo así podré escucharte y saber que quieres de mí.
Acalla con tu poderosa voz mi ego, mis deseos humanos de aparentar más;
porque no quiero ser cristiano de palabra, sino de alma.
No quiero, Señor, correr ni gritar;
enséñame a caminar más despacio y a susurrar,
como hiciste durante tus treinta años de vida familiar.
Apacienta mi mente, sosiégala;
hazme capaz de escuchar las respuestas que todos los días me das,
y yo disfrazo con más preguntas.
No puedo ocultarte nada, no vale la pena;
pero si puedo entregarte mis pensamientos, mis palabras, mis miedos, mi ansiedad y mis gestos, para que los sigas transformando y moldeando a tu modo.
Hazme entender que tus tiempos no son los míos;
no dejes que me deslumbre ninguna otra luz que la tuya.
Muéstrame cómo esperar en Dios sin esperar de Dios;
no quiero usarte según mi conveniencia.
Despréndeme de todo lo humano que se resiste
y hazme descansar en tu Presencia.
Aunque duela, quiero ocupar el lugar
que Vos pensaste para mí.
AMÉN