Evangelio según San Marcos 2,1-12

viernes, 11 de enero de
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"Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?" Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".

 

Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: P. Andrés Peirone Sacerdote Salesiano de Don Bosco

 

En este día viernes la Iglesia nos regala en el Evangelio de Marcos este pasaje de sanación de un paralítico. Jesús lo sana, y lo sana de sus pecados y también físicamente.

 

 

Este paralítico viene a Jesús de un modo extraño, porque no llega por sus propios medios, y en ningún momento le pide la sanación. Más bien, cuatro hombres, cuatro amigos, cuatro de la familia, que de alguna manera se interesaron por él, lo llevaron a Jesús. Y lo llevaron como sea, porque por la cantidad de gente levantaron el techo donde Jesús estaba y por allí descolgaron al enfermo.

 

 

Jesús al ver la fe, no del paralítico, si no de esos hombres, lo sanó, perdonó sus pecados y este hombre salió caminando.

 

 

Hoy también, quizás, vos, yo podamos pensar en el valor de la oración de intercesión. Quizás haya un hermano mío, que vive junto a mí en el trabajo, alguien de mi propia familia, de mi colegio, alguien que conozco, que está pasando por un momento de dolor, de dificultad, de enfermedad, de vida de pecado alejado de Dios, alguna situación fea, triste. Y aunque él, en la vida, no le pide al Señor la gracia del cambio, aunque él quizás todavía no se dé cuenta de eso, o porque no conoce al Señor, porque nadie le ha ayudado a crecer en la fe.

 

Quizás hoy, a la luz de este texto, podemos pensar que mi oración por él es escuchada por el Señor, el amor que puedo tener por esa persona puede llegar también a obrar el milagro.

 

 

Pedí por ese familiar tuyo, pedí por ese amigo, por ese compañero; el Señor ve tu fe y obra en él, obra en ella.

 

 

 

 

 

Oleada Joven