Evangelio según San Mateo 26,14-25

lunes, 25 de marzo de
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"Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'". Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús."

 

Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: Monseñor Fernando Maletti Obispo de la Diócesis de Bariloche



Queridos jóvenes, queridos hermanos y hermanas, ya hemos entrado en la Semana Santa. Hoy es Míércoles Santo y nos encontramos con el texto del Evangelio del día. La traición es lo que hace aquel que, en el gesto de Jesús de la última cena moja al lado de Jesús el plato, es hacer precisamente al revés que aquellos que nos comprometimos, la traición es dar vuelta el compromiso tan bueno y positivo y hacerlo malo. Ese fue el gran pecado, la gran equivocación de Judas.



En estos días estamos descubriendo como a medida que avanzamos hacia la pasión, muerte y resurrección del Señor, como la gloria de Cristo alcanza su verdad y su máximo esplendor en la pasión y en la cruz. Jesús lo sabe y lucha, y hasta a veces como si se revelara, por una parte Él sabe que si el grano de trigo tiene que caer en tierra y morir para que de mucho fruto, bueno que eso pase; pero por otra parte le parece esto tan duro y por eso gritara en la cruz “Padre líbrame de esta hora” y Jesús va a temblar “Mi alma esta turbada”.



Por eso también nosotros en estos días pidámosle a Dios para que seamos liberados de todos nuestros males, egoísmos, mediocridades, tibiezas. Padre que pase de mi este Cáliz, como lo dirá Él también, es decir esta carga, este peso, a veces esta incredulidad y que estos días de Semana Santa sea para todos nosotros un “Padre que se haga lo que vos quieras, que se glorifique tu nombre”.

 

La verdadera gloria de Cristo culmina en la cruz, porque en ella brilla el amor más grande al Padre y a los hermanos, es lo que no entendió el traidor, que la gloria de Cristo es la cruz, porque a partir de ahí el príncipe de este mundo será echado fuera, y la victoria sobre el mal, la liberación del hombre de la tiranía de Satanás se va a dar precisamente en la cruz, donde el odio se transforma en amor y perdón, donde la violencia se transforma en perdón, donde la enemistad se transforma en paz, donde el sufrimiento se hace signo sacramento la muerte en Pascua y el mal así queda no solo derrotado, sino transformado, esto es lo que no vio el traidor.

 

La gloria de Cristo es la cruz y la cruz, que es como un imán que atrae todas las miradas y los corazones de muchos, y sabemos que quien mira con fe a la cruz se salva porque la cruz nos alcanza la vida eterna.

 

 Estamos llamados a que no dudemos queridos hermanos y hermanas, queridos jóvenes, que la cruz de Cristo es el punto de mira y de referencia más importante del mundo y de su historia. La gloria de Cristo es la cruz porque allí se encendió un fuego, una hoguera que calienta y dinamiza el mundo, la gloria de Cristo es la cruz porque por ella el mundo fue redimido y el hombre salvado. Por eso en estos días, sobretodo rezando el vía crucis, pero también en nuestros momentos de oración personal, comunitaria o litúrgica digamos del fondo del corazón “Gloria a vos Señor Jesús porque por tu cruz has iluminado y has salvado al mundo y me has salvado a mí. Gloria a ti Jesús porque por tu cruz me has entregado tu cuerpo, tu sangre y tu gloria”. Por eso pidamos a Dios celebrar dignamente y vivir santamente en estos días de la Semana Santa los misterios fuertes de nuestra redención.



Que Dios los bendiga y que el Señor los haga transitar hacia la Pascua poniendo el corazón en la entrega de todo aquello que debemos sacar para que entre también Jesús muerto y resucitado en nuestra vida.

 

 

 

 

 

Oleada Joven