Evangelio según San Juan 10,1-10

lunes, 22 de abril de
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«En verdad les digo: el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por algún otro lado, ése es un ladrón y un salteador. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El cuidador le abre y las ovejas escuchan su voz; llama por su nombre a cada una de sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas sus ovejas, empieza a caminar delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. A otro no lo seguirían, sino que huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús usó esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Jesús, pues, tomó de nuevo la palabra: En verdad les digo que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido eran ladrones y malhechores, y las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud.

 

Palabra de Dios

 

 



Reflexión: P Maximiliano Turri Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Chascomús

 

La pascua es paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz y de la tristeza a la alegría. La pascua es paso. Y porque es así, la Iglesia nos ayuda a profundizar esta verdad a los largo de este tiempo donde no nos cansamos de repetirlo. Así nos dice el evangelio de este día: “Yo soy la puerta”, “yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”


La vida, y en abundancia, es la idea central del documento que los obispos del continente nos dejaron como programa para toda Latinoamérica y el caribe. De hecho el lema de la V° Conferencia Episcopal de Aparecida, llamada así por el Santuario de la Virgen de Aparecida en Brasil, fue: “para que nuestros pueblos tengan vida y vida en abundancia”


Así entonces, la pascua es el plan programático que queremos asumir y dar a conocer a todos. Para que cada uno después pueda elegir si lo sigue o no. Si se hace discípulo o lo abandona en el camino; porque su lenguaje es muy duro (Jn 6,60). No puede dejar de existir el anuncio; darlo a conocer, compartirlo, manifestarlo con la propia vida. Que los que nos rodeen se pregunten cómo es que hacemos para enfrentar lo que nos toca pasar y de donde sacamos “la fuerza” que nos permite seguir caminando aún en medio de las peores situaciones.


“Yo soy la puerta” nos dice Jesús. Él es el único Dios en quién el ser humano encuentra lo que su deseo más profundo le hace buscar. Él es la razón de la felicidad que todos anhelamos. Él es el tesoro que cada ser humano quiere hallar. Solamente Él puede dar la paz que con tanto intento se busca lograr y nunca se alcanza. Él quiere darnos la Vida que surge de la Pascua. La Vida que nos alcanza la novedad de una vida sin final, de una Vida que ha vencido lo peor que nos pueda pasar, que es la muerte. Es la muerte la realidad que nunca podremos entender, aceptar o comprender. Es la realidad que atraviesa toda vida humana y que relativiza todo lo demás. Es la muerte la que Dios ha vencido dándonos a su Hijo Jesús muriendo y resucitándolo para nosotros. Sí, esa es la razón por la que Dios nos ha dado a su Hijo. Para que cada uno pueda decir: “me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20)


“Yo soy la puerta” eso tenemos que repetirlo cada día. Porque muchas veces nos confundimos con la cantidad de ofertas religiosas que abundan. Porque muchas veces dudamos sí es cierto, que Jesucristo es el Señor y sí es verdad que es capaz de hacer lo nos resulta imposible. Repetirnos a nosotros mismos que Él es la puerta significa que no hay nada ni nadie que nos regale la Vida que Él nos alcanzó. No busquemos fuera de Él la felicidad que deseamos.


Que tengas un hermoso día, que Dios te bendiga

 

Oleada Joven