Evangelio según San Lucas 9,51-62

viernes, 28 de junio de
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Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén. Envió mensajeros delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento. Pero los samaritanos no lo quisieron recibir porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?» Pero Jesús se volvió y los reprendió. Y continuaron el camino hacia otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene donde recostar la cabeza.» Jesús dijo a otro: «Sígueme». El contestó: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.» Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vé a anunciar el Reino de Dios.» Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»

 

Palabra de Dios

 

 


Reflexión del P. Raúl Gómez sacerdote de la Parroquia Santa Rosa de Lima de la Diócesis de Mendoza

 

En el evangelio de éste día, el Señor nos invita nuevamente a poner la mirada en él. A poner nuestra confianza en él, ya que el evangelio, tiene que ver claramente con el llamado al seguimiento. El llamado que implica la renuncia. Este llamado implica, cargar con la cruz de cada día y, sobre todo, ir a ese lugar donde el Señor nos envíe. Cada uno de nosotros, seguramente hoy está cumpliendo una misión en algún lugar particular. Y es desde allí, donde el Señor quiere hacer su obra, y es desde allí quiere el Señor anunciar su Buena Noticia. Esa alegría que nos ofrece en su evangelio.

 

Es por eso, que el evangelio de Lucas, va a relatar claramente, antes de que se cumpliera el tiempo de la elevación de Jesús. Jesús decide, encaminarse hacia Jerusalén. Es el lugar, en donde se va a producir la máxima expresión de amor del Hijo de Dios, el Mesías, el Emmanuel. Va a ser allí, donde Jesús, va a poner de manifiesto toda su entrega, toda su vida ofrecida. Sobre todo su amor que brota desde la cruz.

 

Jerusalén, es el escenario principal para todos. Nunca tenemos que dejar de mirar este lugar, porque es un lugar, en donde Jesús, carga con la cruz. Carga con nuestros pecados, los lleva hacia la cruz y los transforma en signos de vida. Es decir, que desde la cruz y es desde Jerusalén, en donde Dios manifiesta plenamente su amor a toda la humanidad.

 

Es por eso que, aquí Jesús envía a sus discípulos para que preparen un alojamiento. Primero pasan por Samaria, pero no encuentra alojamiento. Es así, como la actitud de Santiago y Juan. Es una actitud netamente humana. Pero, no es la que Jesús quiere. Le piden a Jesús, mandar fuego sobre el pueblo. Jesús, los reprende y les marca las pautas para seguirlo. Dice, mientras iban caminando. Alguien dijo: “te seguiré, Señor a donde vayas”. Jesús, le responde: “los zorros tienen su cueva, las aves del cielo sus nidos. Pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

 

Jesús, no tenía donde reclinar la cabeza. Nosotros, sí tenemos donde reclinar la cabeza y es en el pecho de Jesús. Como el discípulo más joven, el discípulo amado en la cena, cuando pone su cabeza en el corazón de Jesús. Es por eso, que también podemos entender las palabras del Apóstol San Pablo: “tengan todos los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. Para seguir al Señor, tenemos que estar despojados de todo, y sabiendo que con él lo poseemos todo. La otra persona que se encuentra en el camino, y Jesús mismo le dice: “sígueme”. Y él le responde: “permíteme primero que voy a enterrar a mi padre”.

 

Jesús, lo que hace aquí, no es menospreciar el lazo familiar, ni hace menospreciar el vinculo del padre a hijo. Eso que le corresponde a un hijo. Sino que, Jesús va más allá de eso. Jesús, lo que quiere que anunciemos el Reino, y ahí podemos entender su propuesta. “Busquen el Reino de Dios y su justicia y lo demás viene por añadidura”.

 

Es decir, Jesús nos está invitando a que anunciemos el Reino, su Reino de paz, de bondad, de alegría, de esperanza. Pero también, a la luz de ese reino podamos hacer lo que nos corresponde como hijos. Dar entierro a nuestros seres queridos, pero primero quiere estar Jesús, ya que él es el centro de nuestra vida. Es el principio, la meta y el fin. Por último, aparece otra persona que le dice: “te seguiré Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos”. Estas palabras son muy profundas, y Jesús le dice a ésta persona: “el que ha puesto mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios”. ¿Qué significa esto? Podríamos decir, que Jesús nos está enviando a seguir siempre adelante, más allá de las adversidades, más allá de las pruebas, sabiendo que con él estamos siempre sostenidos y acompañados.

 

Es por eso, que tenemos que mirar lo que no pudimos hacer, sino mirar lo que podemos hacer concretarlo en el día a día. Mirando siempre hacia el Señor. Como dice el Salmo: “Levanten la cabeza porque está por llegar la liberación”. La liberación nos viene del Señor, el amor nos viene del Señor.

 

Por eso, queridos jóvenes, queridos chicos anímense a decirle sí al Señor. En lo cotidiano, en lo simple. Él nunca nos pedirá algo que no podamos superar, ya que su gracia y su bondad permanecen siempre con nosotros. Y la meta del Señor, que podamos alcanzar la felicidad para la cual hemos sido creados. Felicidad que se traduce en la santidad.

 

Bueno que tengan una hermosa semana, que Jesús sea siempre nuestra luz y en el camino. Sobre todo que podamos decirle sí en lo cotidiano. Dios los bendiga y que sean siempre alegres.

 

 

Oleada Joven