Evangelio según San Lucas 11,37-41

martes, 15 de octubre de
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Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa.

El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.Pero el Señor le dijo: “¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.

¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.


Palabra de Dios




Monseñor Fernando Maletti Obispo de la Diócesis de Merlo – Moreno


Queridos muchachos y chicas, Queridas hermanas y hermanos. El evangelio de hoy, nos propone Jesús que cuando recemos no hagamos como los fariseos, si no que, recemos en espíritu y en verdad la oración del Padre Nuestro.


La oración es una de las claves en este tiempo de cuaresma y en la realidad de los jóvenes, cuando la oración se hace profunda y se hace sabiendo que, es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios, es extraordinario, como moviliza el corazón, la mente, también nuestra sensibilidad y nos hace darle más lugar a Dios en nuestra vida.


Rezar es ponerse en comunicación reverente y filial con Dios, es establecer un dialogo de Amor con ÉL.


La oración es pensar en Dios amándole decía Santa Teresa y es hablar de amor con quien sabe de amor decía John de Foucoult.


El Padre Nuestro, le decimos hágase tu voluntad. Le pedimos que lo que tiene que venir es lo más importante que nos puede pasar en la vida, que es que venga Su Reino. Le pedimos la solidaridad, en el danos el pan de cada día, porque en la oración y en especial en el Padre Nuestro, rezado como si fuera la primera vez, cada vez que lo hacemos, es Dios que sale a nuestro encuentro, para ofrecernos su Amor. Dios en el Padre Nuestro, supone que somos hermanos porque todos somos sus hijos y por lo tanto cuando rezamos el Padre Nuestro, se hace surgir el ideal de una comunidad de vida y de amor con ÉL con Dios, porque el fin del Amor de Dios es nuestro amor reciproco.


Por eso rezar, siempre y en especial en estos días de preparación a la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, es decir a la Semana Santa y a la Pascua. Rezar porque somos criaturas. Rezar porque somos hijos de Dios. Rezar porque somos indigente frente a Alguien (con mayúscula) que no sabe cómo hacer para que estemos, cada vez, más cerca del Padre.


Por eso, en estos días, sepamos rezar en paz con los hermanos, sepamos rezar con humildad, sepamos rezar con confianza constante.


Que podamos realmente encontrar en aquellas palabras, que vamos a escuchar el Viernes Santo y el Jueves Santo a la noche: Velen y oren para no caer en la tentación esa oración en la agonía, donde Jesús hace que los testigos de su vida sean testigos en su oración, que podamos descubrir no solo esta necesidad sino también esta virtud de ser gente interior y de ser gente que ame la soledad, no para estar solitarios y tristes, sino para estar con Dios, para acompañar a Jesús. Jesús antes de hacer algo importante se retira y ora.


¿Pienso en la vida? ¿Qué me falta para ser Feliz?¿Siento a Dios?


Que la oración del Padre Nuestro, desgranada suavemente, nos haga encontrar entonces en ese dialogo afectivo y efectivo con Dios el sentido y la orientación de una vida, en lo que lo más importante, es saber tomar decisiones desde Dios.



 

Oleada Joven