María, en medio de los apóstoles, con tu poderosa intercesión, imploras la prometida irrupción del Espíritu Santo, por la cual fueron transformados débiles hombres, y se indica a la Iglesia la ruta de la victoria… Abre nuestras almas al Espíritu de Dios, y que El vuelva a arrebatar al mundo desde sus cimientos.
Espíritu Santo, eres el alma de mi alma,
te adoro humildemente.
Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame.
Y en cuanto corresponde al plan
del eterno Padre Dios, revélame tus deseos.
Dame a conocer,
lo que el Amor eterno desea de mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
dame a conocer, lo que silencioso,
con modestia y en oración,
debo aceptar, cargar y soportar.
Sí, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad
y la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida no quiere ser otra cosa
que un continuado y perpetuo Sí
a los deseos y al querer
del eterno Padre Dios. Amén.
J. Kentenich